Antes de conocer la existencia de las ciudades radiales, nunca imaginé que un plano urbanístico estuviera tan bien estudiado. Así me encontré con Sforzinda, la ciudad ideal, proyectada por “Il Filarete”, arquitecto en la Florencia renacentista, del S. XV.
Sobre el dibujo, bien pudiera ser un rosetón eclesiástico, ya que el impacto visual era importante. Así hacían las cosas, en una época donde casi todo lo que se tocaba era convertido en Arte.
Con el modelo de perfección, simetría, proporción entre las partes, la relación con el cuerpo humano, a simple vista podría funcionar. “Il Filarete” diseñó una ciudad inscrita dentro de un círculo, en el que había dos cuadrados en cruz, de manera que formaran una estrella de 8 puntas. Para el hombre humanista, artista, científico, el cuadrado y el círculo eran las figuras geométricas más perfectas.
Estas 8 puntas serían el perímetro de la muralla, que tendría 8 torres en cada punta de la estrella y otras tantas puertas de entrada a la ciudad en los ángulos agudos que formaban. De cada torre y cada puerta partiría una calle que iría directamente al centro del círculo. Allí se ubicarían los edificios más importantes, representantes de los poderes religioso, civil y económico: la catedral, el palacio del príncipe, el palacio comunal, concentrados en una gran plaza. Habría también plazas para los mercaderes. En medio de cada calle, formando el radio del círculo, situó más plazas e iglesias de forma alternativa.
El nombre de la ciudad fue en honor a Francesco Sforza, mecenas y príncipe de Milán.
La ciudad, finalmente no se llegó a construir. “Il Filarete” la había ideado en medio de la campiña toscana, rodeada de ríos, bosques y naturaleza, sin embargo, en 1593 se construyó en las llanuras que rodean Venecia una ciudad que se inspiró en Sforzinda. Se trata de Palmanova, ciudad fronteriza y amurallada, pues las necesidades del momento así lo exigían.
A partir del S.XIX, con la era industrial y el apremio de ensanchar las ciudades para dar cabida a un nuevo estrato social, con la historiografía descubierta y admirada, se retomó el proyecto como inspiración (“Il Filarete” lo dejó inmortalizado en su Trattato d’architettura) aunque con variaciones más adecuadas a las circunstancias, por ejemplo, ya no era necesario dotar de murallas a las ciudades, más bien al contrario, las antiguas murallas medievales acabaron todas derribadas para poder realizar las ampliaciones.
Fue París una de las pioneras. A cargo del Barón Haussmann se trazó una espléndida ciudad radial donde las calles eran más anchas, más transitables, con más seguridad y salubridad. Los grandes bulevares rodeaban la periferia y diversas calles partían desde ellos hacia el centro, configurando una estrella que confluía en el Arco del Triunfo.
Otras ciudades europeas también iniciaron su reconversión. Es el caso de Londres, Viena, Bruselas… Aquí, en España, fue Madrid la que ensanchó su perímetro, pero en este caso se quiso respetar el casco histórico, de manera que se expandió hacia la periferia y constituía un plano muy diferente a los radiales. La similitud sólo residía en el cerco perimetral. El diseño fue llevado a cabo por el arquitecto Carlos María de Castro, que en 1860 planeó una ciudad reticular. El modelo que tomó fue el de Idelfonso Cerdà, que ya había proyectado el ensanche de Barcelona.
Sin embargo, la idea de Cerdà no era tan dispar en relación con la de “Il Filarete”. El Plan Cerdà de Barcelona consistía en pequeñas islas octogonales (de nuevo aparece la cuadratura del círculo), se tejía una red tipo colmena, en la que habían también vías principales cruzando la ciudad. Dicho proyecto se llevó a cabo, no sin cierta polémica relacionada con intereses, gustos, incredulidades… Lo cierto es que, hoy en día, ha quedado demostrada la efectividad de tal diseño, debido a la comodidad en la conducción viaria, a la facilidad peatonal, a la creación de espacios más amplios y amables, con zonas verdes dentro de cada isla. Lástima que esto último no se llegó a cumplir en la mayoría de islas, aunque en la actualidad existe el intento de recuperar algunas para dotarlas de su configuración original.
Bibliografía| García Melero, José Enrique y Urquízar Herrera, Antonio – Historia del Arte Moderno: Renacimiento – ED. Ramón Areces, S.A., 2010. Cole, Emily – La Gramática de la Arquitectura – ED. Lisma Ediciones, S.L., 2005. Nieto Alcaide, Víctor – El Arte del Renacimiento – ED. Historia 16, Información e Historia, S.L, 1996
Nota: Para los créditos de las fotos: pinchad en ellas y se abrirán los enlaces.
En colaboración con iHistoriArte| Little Lottie
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