La prehistoria japonesa es un período de más de 50000 años, y aunque se conoce sus formas de vida no se ha descifrado todavía la composición etnia japonesa.
Edwar Silverter Morse (1838-1925), profesor de zoología de la Universidad de Tokio, es considerado uno de los precursores de la arqueología japonesa. Gracias a Morse la arqueología japonesa sufrió un gran impulso durante las primeras décadas del siglo XX. Pero no será hasta después de la II Guerra Mundial cuando este campo sufra una profunda remodelación en el Imperio del Sol Naciente. La prehistoria japonesa se divide en los siguientes períodos: paleolítico 50000 al 11000/10000 a.C.; período Jomon 11000/10500 a.C. al 300 a.C.; período Yayoi 300 a.C. al 300 d.C. y período Kofun 300 al 552 d.C. (para el período Kofun algunos investigadores utilizan otra cronología que llega hasta el 650 d.C. e incluso hasta el 710 d.C., aunque la más utilizada es la primera).
Jomon significa “marcado con cuerda” en japonés. La cultura Jomon posee un carácter mesolítico caracterizado por su peculiar producción cerámica. El identificador de dicha cerámica es la decoración a base de marcas de cuerdas, bien a través de incisiones o en relieve. Para las incisiones utilizaban cuerdas, baquetas de madera, trocos de bambú, medias cañas, conchas, uñas o incluso espinas de pescado. Y para hacer los motivos en relieve se moldeaban a mano protuberancias en la arcilla. Toda la información que se posee procede de los fosos de desperdicios, montículos de conchas (como los de OMORI) o de los yacimientos arqueológicos. Dedicados a la caza y la recolección se agrupaban en pequeños asentamientos permanentes. No existe un conocimiento profundo acerca de sus creencias. Celebraban ritos comunes a los de otras culturas prehistóricas: caza, pesca, fertilidad o curación de enfermedades; en los que se realizaban ofrendas en vasijas de cerámica. Se piensa que no existía la creencia en el más allá debido a que no se han encontrado enterramientos con ajuares. Las construcciones típicas de este período son a base de cabañas de planta cuadrada o circular, con bases semi-hundidas y tejados de paja que apoyaban en el suelo. El interior solía estar revestido de lajas de piedra. Se trataba de viviendas donde podían llegar a convivir entre 5 y 6 personas.
Respecto a las representaciones artísticas, lo más destacado son las vasijas de cerámica de carácter cotidiano y religioso. Piezas cocidas al aire libre (sin horno) de forma cónica, base pequeña -generalmente para ser clavadas en la tierra- y boca amplia. También se han encontrado estatuillas antropomórficas, generalmente femeninas, y de animales denominadas Dogu. Son las primeras esculturas de Japón. Caracterizadas por las formas grotescas, sus ojos huecos o en forma de grano de café. Relacionadas con rituales religiosos o incluso propiciatorios.
Sabías que… la cerámica del período Jomon es de máximo interés porque son las piezas de cerámica más antiguas del mundo y con mayor continuidad (período temporal) de la historia. Además son piezas propias japonesas sin influencia del exterior.
La cultura Yayoi (300 a.C. – 300 d.C.) posee un carácter neolítico, significa tercer mes (Marzo), nombre del barrio de la ciudad de Tokio donde aparecieron los primeros restos de cerámica que darán nombre al período en 1889. Y se caracteriza por una cerámica radicalmente distinta a la del período anterior. El cambio evidente de cultura se debe a la penetración de nuevos pueblos provenientes del continente, a través de Corea, que aportan influencias chinas. Se aprecia un enriquecimiento de la vida cultural japonesa. Se comienza a practicar la agricultura de forma sistemática, lo que implica asentamientos permanentes de las poblaciones y con ello una estabilidad psicológica. Las comunidades que se organizan socialmente en jefaturas con sus primeros soberanos o reyes japoneses. Estos primeros “jefes” ostentarán el poder político y religioso. Las comunidades se organizarán en aldeas permanentes compuestas por cabañas, ovaladas o rectangulares, con estructura de madera, techos de paja y suelos semi-hundidos. En torno al perímetro del asentamientos amontonamientos de tierra. El desarrollo cultural favorece la introducción de la manipulación de metales como el bronce o el hierro. Se introduce el trono alfarero, que permite hacer piezas de cerámica más regulares y en mayor cantidad. Y se empiezan a producir tejidos. Se observa la proliferación de almacenes de planta rectangular, también de madera, sobrealzados del suelo por pilotes que aislaban los productos de la humedad y los roedores.
En cuanto a las representaciones artísticas más representativas serán: las cerámicas de torno, las lacas y los dotaku (grandes campanas de bronce). Se trata de una cerámica mucho más refinada que la del período Jomon, de uso ritual y cotidiano. Formas regulares, paredes más finas y contornos mejor acabados. La producción se limita a copiar modelos procedentes del continente. Los dotaku serán objetos funerarios de bronce, en forma de grandes campanas con empuñadura pero carentes de badajo. Fabricados a través de la técnica de la cera perdida. La decoración exterior cubre casi por completo la pieza. Se cree que pueden tener una función propiciatoria o mágica, incluso se baraja la posibilidad de que puedan ser instrumentos musicales asociados al sintoísmo. El ajuar funerario indica la intención de establecer una diferenciación social en el más allá. Los muertos eran enterrados en cestos, ataúdes individuales o grandes vasijas. Y el exterior de los enterramientos se marcaba con lajas de piedra o dólmenes. En el período final comienzan a aparecer montículos de tierra de tamaño medio, precedentes de los que se desarrollarán en el período Kofun (300 d.C. – 552 d.C.).
Sabías que… El período Kofun (300-552/650/710) recibe su nombre de los túmulos funerarios empleados durante esta etapa. Tumbas realizadas a modo de grandes montículos de piedras que cobijaban en su interior cámaras funerarias con los cuerpos de los grandes soberanos o señores del Japón. Se construyeron sobre todo entre los siglos IV y V, aunque todavía fueron empleados durante el siglo siguiente. Localizados principalmente en la región de Yamato, en el triángulo Nara-Kioto-Osaka y en la prefectura de Okayama.
El origen se encuentra en las tumbas de período Yayoi, pequeños montículos de planta rectangular de imitación china. Muy relacionados con “el mito de las montañas”: en el sintoísmo las montañas son lugares sagrados donde viven los kami –deidad- y sirven de plataforma desde la cual los muertos abandonan la vida terrestre para vivir eternamente en el cielo.
En principio esto túmulos serán de planta sencilla (cuadrada, circular o rectangular) pero con el paso del tiempo se irán volviendo más elaboradas combinando formas para crear la plata llamada “ojo de cerradura” como la del emperador Nintoku en Sakai, prefectura de Osaka (fin. S.IV). El centro del montículo albergaba la cámara funeraria a la que se accedía a través de pasadizos realizados en piedra desde el exterior. En las paredes de piedra se pueden observar pinturas de temática muy variada, desde la vida cotidiana a ritos funerarios. El ajuar funerario contenía objetos cotidianos que simbolizaban su poder en vida. El exterior de las tumbas solían estar rodeados por fosos concéntricos. Inicialmente se plantaban árboles en el montículo pero posteriormente se sustituyó por hileras de pequeñas esculturas cerámicas llamadas haniwa.
La obra japonesa Nihon Shoki nos cuenta la leyenda de los haniwa, pequeños cilindros de barro, huecos, que se clavaban en la tierra para servir de drenaje, evitando los corrimientos de tierras durante la época de lluvias. Con el tiempo estas figurillas de barro se irán haciendo mucho más elaboradas y adquieren un nuevo significado como símbolos de poder y riqueza del difunto. Y además servirán de barrera entre el mundo de los muertos y el de los vivos. En el sintoísmo la muerte es impura, por lo que había que mantenerla alejada del “mundo puro”.
Si en el periodo Yayoi se había producido la estratificación de la sociedad, en este periodo se intensificará el proceso y podemos hablar de tres grupos muy diferenciados: los clanes familiares llamados uji, artesanos organizados por oficios en comunidades llamadas be, y los esclavos. Algunos de los clanes guerreros fueron haciéndose cada vez más poderosos manteniendo mayores ejércitos que a su vez podían conquistar mayores territorios en los que producir más y tener excedentes con los que poder comerciar con la vecina Corea y mejorar su tecnología gracias al acceso a metales y técnicas. El clan de Sujin de Yamato va a adquirir una posición preeminente, incorporando clanes enemigos a cambio de puestos dentro de la estructura del reino dominante. Unificando de esta forma el país por primera vez, aunque no podamos aún hablar de la formación de un estado sino más bien de una especie de confederación de clanes.
Bibliografía| Aykens, C., Higuchi, T., Prehistory of Japan, New York, ed Academic Press 1982.
Imágenes| W.Commons