“Me retrato a mí misma porque soy el motivo que mejor conozco»; no cabe duda de que las pinturas de Frida Kahlo son una autobiografía. Sus pinceladas llenas de color reflejan el sufrimiento por su accidente, su relación con Diego Rivera y sus ansias de libertad.
Frida usó el arte para plasmar su realidad. Por eso, más que autorretratos, su obra narra una vida que resurgió desde el dolor.
«No estoy enferma, estoy rota» Frida Kahlo
Las complicaciones de salud de Frida Kahlo comenzaron a los seis años con una grave poliomielitis que la hizo permanecer en cama por nueve meses y causó que su pierna derecha fuera más delgada que la izquierda.
Pero fue a los 18 años cuando sufrió el accidente que cambió el resto de su vida. El 17 de septiembre de 1925, el autobús en el que se dirigía a su casa después de la escuela chocó contra un tranvía, quedando completamente destruido.
Kahlo tuvo que pasar por treinta y dos operaciones debido a sus múltiples lesiones:
Su columna vertebral quedó en tres partes; su pierna derecha, en once; tuvo fracturas en dos costillas, la clavícula y el hueso pélvico; se dislocó un pie, su hombro izquierdo se descoyuntó, y un pasamanos la atravesó la cadera.
Pero, durante su larga convalecencia, se refugió en la pintura.
Comenzó a pintar tumbada sobre la cama, gracias a un caballete especial y un espejo que le permitía verse a sí misma.
Años después, el accidente seguía siendo reflejado en importantes pinturas de Frida Kahlo como “La columna rota”, un símbolo del dolor que tenía por las operaciones en la columna y el constante uso de un corsé de acero.
Otra de las consecuencias de las lesiones fue la imposibilidad de ser madre, por lo que, tras su segundo aborto, pintó “La cama volando”. En el cuadro se ve a Frida sobre una cama del Hospital Henry Ford, rodeada de seis imágenes:
Un feto, una orquídea que le regaló Diego Rivera, un caracol para representar a un aborto lento, un torso femenino, una maquinaria que pretendía explicar la parte mecánica del proceso, y su pelvis fracturada.
«Han ocurrido dos accidentes en mi vida. Uno es el del tranvía; el otro, es Diego»
Frida Kahlo conoció a Diego Rivera en 1927, durante las reuniones políticas del Partido Comunista de México. Pero no se animó a hablarle hasta que decidió mostrarle sus primeros cuadros, mientras él trabajaba los murales para la Secretaría de Educación Pública.
Rivera quedó realmente impresionado y la alentó a seguir pintando.
Se casaron por primera vez en 1929, dando inicio a una relación tormentosa en la que hubo amor, traiciones y un fuerte vínculo creativo.
Por su parte, Frida mantuvo una relación con el revolucionario ruso, León Trotsky, y, se dice, que también con la cantante Chavela Vargas. Aunque toleraba las múltiples infidelidades de su esposo, no se pudo recuperar del amorío que Diego tuvo con Cristina Kahlo, su hermana menor.
Se divorciaron en 1939, y su cuadro “Las dos Fridas” representa sus dos contrapartes: la mexicana vestida de tehuana, respetada y amada por Diego, contra la Frida más europea con un vestido victoriano de encaje blanco, la mujer que Diego abandonó.
A pesar de todo, se volvieron a casar un año después.
«Yo, al contrario de los pintores surrealistas, no pinto mis sueños, sino mi realidad»
El estilo introspectivo lleno de símbolos y alegorías que se puede apreciar en las pinturas de Frida Kahlo la acercó al surrealismo, aunque ella siempre lo negó.
Y es que se atrevió a romper los esquemas del contexto realista de la época. Mientras el resto de artistas tenían muy presente al obrero y la tierra, ella encontraba nuevas formas de representar sus circunstancias, su cuerpo y sus emociones: su propia realidad.
«Viva la vida»
En 1953 le amputaron la pierna por debajo de la rodilla ante la amenaza de una gangrena, lo que le provocó una depresión tan profunda que incluso intentó quitarse la vida, abusando de los opiáceos para el dolor.
En uno de los trozos de sandía representados en su última obra, “Naturaleza muerta: viva la vida”, se puede leer «Viva la vida. Coyoacán, 1954, México».
Pero, pocos meses antes de fallecer, tuvo una de sus mayores alegrías. Se celebró la primera exposición de pinturas de Frida Kahlo en solitario en México, a la que llegó en una cama, orgullosamente vestida de tehuana y adornada con sus joyas favoritas.
Su última aparición en público fue el 2 de julio de 1954 en una manifestación contra la intervención estadounidense en Guatemala. Iba en su silla de ruedas empujada por Diego Rivera. Sin embargo, esto complicó su neumonía y murió en la “Casa Azul” días después de cumplir 47 años.
Lo último que dijo en su diario fue: «espero alegre la salida y espero no volver jamás«.
La sensibilidad de Frida Kahlo para transformar su dolor en arte, la convirtió en la pintora latinoamericana más importante del siglo XX, y en un icono de la cultura mexicana y el feminismo hasta nuestros días.
Fuentes |Museo de Frida Kahlo