«Los charrúas no desaparecieron, fueron exterminados, hubo genocidio preparado y ejecutado por el primer presidente uruguayo, en una acción planificada y cobarde, en que unos 1000 soldados dieron cuenta de unos 350 charrúas, apenas se fugaron 50 que luego fueron perseguidos con odio hasta las fronteras del Estado. Unas 200 mujeres y niños charrúas se repartieron, casi todos en Montevideo.. Y así terminó el pueblo charrúa, desmenuzado, y así se olvidó su cultura y su lenguaje.Pero quedaron vestigios, y quedaron las cartas y manuscritos que se cruzaron entre todos los actores de este Genocidio, cual si fuera una obra magistral de teatro o de cine, porque no faltó ningún ingrediente o factor de los que definen un perfecto crimen de lesa humanidad, un genocidio perfecto.«
Eduardo Picerno, El genocidio de la población charrúa
Para el investigador E. Pocerno pruebas irrefutables, 229 documentos históricos (varios inéditos) y 14 versiones del hecho, demuestran el genocidio de la población charrúa en el Uruguay, aunque también desaparecieron de Entre Ríos, donde habitaban. Picerno ha publicado una investigación de cuatro años sobre lo ocurrido en Salsipuedes, Uruguay, el 11 de abril de 1831.
Según las investigaciones la matanza de Salsipuedes constituyó una acción genocida, planificada con engaño y premeditación, para exterminar a la población charrúa. Cuyos supervivientes -mujeres y niños- fueron entregados como sirvientes a las familias acaudaladas de Montevideo.
El genocidio charrúa había permanecido oculto por casi 180 años al Parlamento, la prensa y los libros de historia a través de una especia de «pacto de silencio«. “Sean cuales hayan sido las causales motivacionales, lo cierto es que se juzgó conveniente destruir a los charrúas”, anota el historiadore José Joaquín Figueira.
Para comprender la situación de los grupos indígenas del Uruguay, se debe considerar la región como una área más amplia que abarcaba las cuenca de los ríos Paraná y Uruguay desde sus fuentes en el sur de Brasil, donde convivían diferentes poblaciones indígenas emparentadas. Los charrúas fueron pueblos primitivos de la ribera del Río de la Plata, que acabaron fusionando con el resto de poblaciones presionadas por los colonos durante el siglo XVI y XVII así como por la construcción de fortines y fortalezas que les llevaron a ocupar espacios altamente despoblados alejados de la costa.
Se trataba de grupos básicamente de cazadores recolectores, que tras la llegada de los españoles desarrollan la ganadería bovina y equina. Grupos nómadas que no han dejado grandes restos arqueológicos, tan sólo pequeñas vasijas de barro o armas típicas.
Cabe relatar la estrecha colaboración entre el General José Artigas (1764-1850) y los indígenas, quienes le apoyaron de forma incondicional durante las guerras de independencia contra España, en primer lugar, y Portugal posteriormente. Desde el primer momento, las poblaciones indígenas, formaron parte del ejercito oriental. Para Artigas, padre de la nacionalidad uruguaya, «ellos tienen el principal derecho«. La población charrúa y guaraní llamaba “padre iluminado” a José Artigas, pero la ruina de éste tras su derrota ante Ramírez en Paraná fue también la tragedia de esta poblaciones indígenas. Artigas defendía con respeto y consideración la integración de las poblaciones negras e indígenas en la nueva nación del Uruguay. Incluso llegó a diseñar un escudo, llamado de la «patria vieja«, donde aparecen elementos indígenas incorporados: una corona de plumas en lugar del sol, lanzas charrúas, la mitad de un arco y flechas, un carcaj, la pitanga indígena y el laurel de la victoria, con el lema “Con libertad no ofendo ni temo”. Pero tras el exilio a Paraguay (1820) de Artigas, quedan atrás las ideas progresistas y el indígena empieza a ser visto como una traba.
Con el nacimiento de la República los grupos indígenas serán presa de la deculturación, las enfermedades infecciosas (viruela y sarampión), del enfrentamiento constante con el ejército nacional y la perdida del territorio de caza y recolección. El presidente de la nueva República, Fructuoso Rivera, iniciará un «programa» de erradicación del indio como forma de «barbarie» que impedía el «progreso» del país. Una excusa que llevaba implícita la petición de los hacendados cuyas tierras limitaban con los territorios ocupados por los charrúas limitando la expansión territorial de sus propiedades. Se impuso el valor jurídico de la «propiedad» con respecto a las necesidades de alimentación y supervivencia de los grupos autóctonos uruguayos.
La confrontación de Salsipuedes es el resultado de un enfrentamiento prolongado durante más de tres siglos entre blancos e indígenas por el territorio. Incluso hay que distinguir en el enfrentamiento entre la etnia guaraní, que formará parte del ejercito riverista, y la charrúa que será exterminada. Lo que hace aún más evidente que no se trata de un problema étnico sino territorial. Lavalleja recomendó a Rivera, en febrero de 1830, adoptar las providencias “más activas y eficaces” para la seguridad de los vecindarios y la garantía de las propiedades afectadas por los charrúas; a los que consideraba “malvados que no conocen freno alguno que los contenga”, y que no podían dejarse “librados a sus inclinaciones naturales”.
El engaño, perfectamente orquestado por Rivera (primer ministro de Uruguay 1830-1834), utilizó la excusa de realizar una incursión armada a Brasil para arrear ganado. Con éste pretexto los caciques charrúas debían reunirse con el ejército riverista junto al arroyo de Salsipuedes el 11 de abril de 1831. Allí fueron traicionados, masacrados y olvidadosal grito de «Mira Frutos (apelativo de Fructuoso Rivera) tus soldados, matando amigos» por parte del cacique Pirú (Eduardo Acebo Díaz 1891:85). La «guerra contra los charrúa» no terminaría en Salsipuedes, Bernabé Rivera tuvo un especial interés en perseguir y aniquilar a todos aquellos charrúa que consiguieron escapar hasta su muerte en junio de 1832, cuando se encontró su cuerpo torturado tras una emboscada charrúa. De cualquier modo la población charrúa fue acorralada, perseguida, exterminada y sometida a servidumbre hasta casi la extinción. En 1833, el viejo cacique Vaimaca Pirú, su curandero Senaqué, el guerrero Tacuabé y la india Guyunusa fueron vendidos a un empresario francés que los embarcó rumbo a París para exhibirlos como objetos exóticos. Los cuatro son conocidos como Los Últimos Charrúas.
“Las naciones salvajes no se exterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las hostiliza también, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra con una matanza calculada, y eso usando de traición y de perfidia es un crimen espantoso, un delito de lesa humanidad que debe sublevar contra él a todas las almas honradas y justas, y a todas las conciencias cristianas”.
El 30 de diciembre de 1848, “El Defensor de la Independencia Americana”
Durante más de 150 años, la historiografía oficial del Uruguay sostuvo que la etnia charrúa se había extinguido completamente. Sin embargo, en la década de 1990 se comenzaron a realizar estudios históricos y genéticos que comprobaron que un gran número de personas, sobre todo en las zonas Norte y Noreste del Uruguay y en las zonas limítrofes de Brasil y de Argentina, tienen ancestros charrúas en su árbol genealógico. Hoy en día, el 11 de abril es celebrado en Uruguay como el Día de la Nación Charrúa y se organiza una cabalgata hasta el lugar de la matanza donde se realiza un homenaje en honor a los caídos.
Fuentes| El genocidio de la población charrúa, Eduardo Picerno. Fernando Klein (2007). «El destino de los indígenas en Uruguay». Nómadas, revista crítica de ciencias sociales y jurídicas Escuela Digital Nuestra Tierra El genocidio de los charrúas. Discurso, Poder y Multiculturalismo
Imagen| Historias de la Historia , taringa
3 respuestas
esta muy buena la informacion
Repudiable, que sigan existiendo monumentos y calles, glorificando a GENOCIDAS COMO Fructuoso y Bernabe Rivera.