En anteriores artículos vimos algunos aspectos básicos de la guerra de la independencia. En tres artículos hablamos de las conspiraciones palaciegas, del inicio de la guerra, la represión y los principales acontecimientos bélicos que sucedieron entre 1808 y 1813. Pero, ¿qué ocurrió al acabar la guerra? ¿Se mantuvo la constitución de 1812? ¿Qué tipo de régimen se repuso? A esas preguntas intentaré dar respuesta de forma breve en los siguientes párrafos.
El retorno de Fernando VII. Vuelta al absolutismo.
A mediados de octubre de 1813, Napoleón, derrotado en la Batalla de Leipzig, decidió retirar las tropas destinadas en España y concentrarlas en Europa para hacer frente a los ejércitos europeos. De forma paralela, envió al conde de La Forest a Valençay, donde se hallaba preso Fernando VII para negociar su vuelta al trono español. Mediente el Tratado de Valençay (11/12/1813) fue puesto en libertad y Napoleón logró mantener la paz entre Francia y España. A partir de ese momento se puso en marcha el juego político que llevó a Fernando VII a derogar la Constitución de 1812 y reponer el absolutismo en España.
El 2 de febrero de 1814 las Cortes aprobaron las normas y el protocolo de vuelta del rey. El 24 de marzo entró en España por Cataluña, pasó por Gerona y Zaragoza, sorteando con habilidad la autoridad de las Cortes. El General Elío salió al encuentro del Rey y le transmitió su total apoyo. El 16 de abril Fernando VII entró en Valencia. Mientras tanto, en Madrid los absolutistas publicaron un documento conocido como el “Manifiesto de los Persas” (02/04/1814), en el se apelaban a la tradición histórica y a las cortes medievales y justificaba la vuelta al régimen absoluto desacreditando la labor desarrollada por las Cortes. El 4 de mayo, un decretó declaró sin efecto la Constitución de Cádiz y toda la obra jurídica desarrollada por las Cortes (restaurando por tanto el absolutismo) y el 13 de mayo Fernando VII entró en Madrid para ocupar el trono. La vuelta de “El deseado” su puso la vuelta a la legitimidad anterior a 1808 y el final de la primera experiencia liberal de la política española.
La vuelta del absolutismo en España se enmarca en un período caracterizado por el declive y la derrota de Napoleón y, por otro lado, por el proceso de restauración absolutista que experimentaron muchos de los estados europeos. Después de la “Paz de Paris”, Napoleón fue derrotado. Más tarde conformaría su efímero imperio de los 100 días, que fue derrotado en la Batalla de Waterloo. Fue entonces cuando se comenzó a construir un nuevo mapa político europeo basado en las reglas que imponía la llamada “Cuádruple Alianza”, que en un principio estuvo formada por Prusia, Austria, Rusia, Inglaterra y más tarde por Francia. Estos países se erigieron como los principales interlocutores de la política europea y su plan consistió básicamente en restaurar las monarquías en aquellos países donde Napoleón había logrado someterlas y evitar el avance de las ideas que habían sustentado la revolución francesa. Este acuerdo fue reforzado con la creación de la Santa Alianza. Esta coalición, formada por Prusia, Austria y Rusia, se sustentaba en la defensa de los principios del cristianismo (frente al liberalismo) y propusieron garantizar militarmente la defensa de los principios del absolutismo monárquico. Tanto la Santa como la Cuádruple alianza coincidían en su deseo de volver al status político anterior a Napoleón. Sin duda, el pacto europeo fue un espaldarazo a los planes de Fernando VII y los absolutistas para volver a la situación política anterior a la guerra de la independencia, sin embargo, el nuevo mapa político europeo confirmó la pérdida de prestigio de España, quien no participó en las diferentes conferencias internacionales que la Cuádruple alianza organizó entre 1815 y 1820.
Depuración política y formas de resistencia
La represión política fue uno de los rasgos que definieron a la monarquía de Fernando VII. Desde que llegó a Madrid, firmó numerosas órdenes de destierro contra aquellos que habían ocupado cargos políticos después de 1808, se juzgó y condenó a largas penas de prisión a diputados, ministros o destacados personajes políticos relacionados con el liberalismo y, por último, los empleados públicos fueron sometidos a un intenso proceso de depuración. Mientras cualquier resquicio de liberalismo era barrido del mapa político español la monarquía comenzó a reestablecer las instituciones del Antiguo Régimen. Reaparecieron los consejos y desaparecieron las diputaciones y los ayuntamientos constitucionales; la prensa liberal desapareció; se restauró la sociedad estamental y en el ejército se volvió a requerir un título nobiliario para poder ser oficial; se restableció la sociedad gremial; se devolvieron propiedades a la Iglesia y se restauró el Tribunal de la Inquisición.
La reposición de la monarquía absolutista generó un gran malestar e inició un período de gran inestabilidad política que se vio agravado por la grave crisis económica en la que se hallaba inmerso España después de la larga guerra de la independencia. En 1814 el país se hallaba destrozado, la agricultura gravemente arruinada, las comunicaciones terrestres mermadas y las arcas de la Hacienda se encontraban vacías. Todo ello se vio agravado por el proceso de emancipación americana y la pérdida de metal acuñable y del comercio transoceánico. La inestabilidad política y económica del país se vio reflejada muy pronto en los múltiples pronunciamientos militares que se produjeron desde 1814 hasta 1820.
En septiembre de 1814 Espoz y Mina, uno de los guerrilleros más famosos de la Guerra de la Independencia, intentó ocupar Pamplona aunque no recibió los apoyos necesarios y su intentona fracasó estrepitosamente. Durante el otoño de 1815 otro guerrillero, Juan Díaz Porlier, se levantó en La Coruña y, aunque consiguió algunos apoyos durante un corto período de tiempo, acabó siendo traicionado por sus propios suboficiales, condenado a muerte por Consejo de Guerra y ahorcado. En abril de 1817 se pronunció en Barcelona Luis de Lacy, militar que alcanzó cierto prestigio en la guerra de la independencia. La falta de organización y de apoyos hizo que su proyecto no llegase a buen puerto, siendo detenido y fusilado. A pesar de los fracasos de los pronunciamientos, los intentos continuaron en los años siguientes. El último pronunciamiento de este período, curiosamente, tampoco comenzó con buen pie. El 1 de enero de 1820 el general Rafael Riego se pronunció en la localidad sevillana de “Cabeza de San Juan”. Allí arengó a sus tropas reivindicando la reposición de la Constitución de 1812. Poco después se trasladaron a Arcos de la Frontera, para posteriormente marchar por diferentes ciudades andaluzas con la esperanza generalizar el levantamiento anti-absolutista ante la indiferencia popular. El pronunciamiento, en primera instancia, fracasó pero dejó en evidencia al régimen que vio que si bien los rebeldes no tenían la fuerza suficiente para triunfar, la respuesta del régimen absoluto tampoco fue decisiva. Al levantamiento de Andalucía le siguió otro en Galicia que se propagó por La Coruña, Ferrol y Vigo. El 7 de marzo de 1820 el Palacio Real fue rodeado por una gran multitud y el día 10 Fernando VII firmó el “Manifiesto del rey a la Nación española”, en el que mostraba su apoyo a la Constitución de 1812. Poco después se formó una Junta Provisional Consultiva, un organismo de transición que estuvo operativo hasta la reunión de las Cortes y se formó un gobierno de carácter liberal. De esta forma dio comienzo el breve pero intenso período conocido como el Trienio Liberal.
¿Sabías que…? El pronunciamiento militar es un golpe militar dado contra el poder con objeto de introducir reformas en él pero, aunque el liderazgo corresponda a un militar, en la conspiración también participaban civiles que, con frecuencia, proporcionaban el contenido ideológico.
En colaboración con iHistoriArte| Iván H.
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Un comentario
DE Q AÑO HASTA Q AÑO VUELVE AL TRONO?