El inicio del Trienio Liberal: la sublevación de Riego
El 1 de enero de 1820 el general Rafael Riego se pronunció en la localidad sevillana de “Cabeza de San Juan”. Allí arengó a sus tropas reivindicando la reposición de la Constitución de 1812. Poco después se trasladaron a Arcos de la Frontera, para posteriormente marchar por diferentes ciudades andaluzas con la esperanza generalizar el levantamiento anti-absolutista ante la indiferencia popular. El pronunciamiento, en primera instancia, fracasó pero dejó en evidencia al régimen que vio que si bien los rebeldes no tenían la fuerza suficiente para triunfar, la respuesta del régimen absoluto tampoco fue decisiva. Al levantamiento de Andalucía le siguió otro en Galicia que se propagó por La Coruña, Ferrol y Vigo. El 7 de marzo de 1820 el Palacio Real fue rodeado por una gran multitud y el día 10 Fernando VII firmó el “Manifiesto del rey a la Nación española”, en el que mostraba su apoyo a la Constitución de 1812. Poco después se formó una Junta Provisional Consultiva, un organismo de transición que estuvo operativo hasta la reunión de las Cortes y se formó un gobierno de carácter liberal. De esta forma dio comienzo el breve pero intenso período conocido como el Trienio Liberal.
El Trienio Liberal: Política y conspiraciones
El triunfo del pronunciamiento de Riego posibilitó que, por segunda vez y ahora en tiempos de paz, en España hubiera un gobierno liberal. Esta etapa, no obstante, estuvo marcada por una gran inestabilidad política y por la poca colaboración del rey con el régimen.
Fernando VII hizo todo lo posible para complicar y retardar la implantación del proyecto liberal. Uno de los aspectos más conocidos de este período fue la resistencia del monarca a aceptar la constitución de 1812 y de sancionar las leyes que salían de las Cortes, de ahí la canción del “Trágala”. Esta melodía que cantaban los liberales a menudo en aquel periodo, representa muy bien los ánimos que existían en el país y hasta que punto se conocía la verdadera posición del monarca:
Trágala
Tú que no quieres
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donde no sabe
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Fernando VII, que trató de esconder su resentimiento y malestar ante su situación, no tardó en manejar los hilos de la conspiración y comenzó a tramar un plan para derrocar al gobierno liberal. Mientras tanto, en materia política el país sufrió importantes transformaciones. Al reestablecerse el régimen constitucional comenzaron a aparecer fricciones entre los liberales que se escindieron en dos grupos. En primer lugar, los llamados “doceañistas” estaban constituidos por políticos liberales muchos de los cuales habían estado en Cádiz durante la guerra de la independencia y que defendían el modelo allí conseguido. Para ellos el triunfo del pronunciamiento era un gran logro. El segundo grupo eran los “exaltados” al que pertenecían militares y hombres de acción que habían participado en los pronunciamientos y que defendían la idea de que el establecimiento del gobierno liberal no era sino un primer paso para lograr la renovación de España y la ruptura definitiva con el absolutismo. Como se verá, en primera instancia se impusieron las posturas “doceañistas”, mientras que los exaltados fueron apartados del poder.
El 9 de julio de 1820 las cortes se reunieron, el rey juró la Constitución y dio comienzo la primera legislatura que se prolongó hasta el mes de noviembre. En ese lapso de tiempo fueron plausibles las reticencias del rey a sancionar muchas de las leyes y ya se dejaron ver las diferencias entre los doceañistas y los exaltados. Los primeros, que se consideraban herederos de Cádiz, deseaban hacer unas reformas más pensadas e imprimir a la política un tono más moderado. Durante los dos primeros años del Trienio los moderados gobernaron, llevando a la práctica importantes reformas con las que pretendían desmantelar los pilares del Antiguo Régimen. En primer lugar, promovieron un cambio de la hacienda y de la política económica. En segundo lugar, promovieron una reforma en la política administrativa y aprobaron una nueva en la división territorial del país en 49 provincias. Por otro lado, impulsaron una ley de Instrucción Pública que establecía tres etapas de enseñanza (primaria, media y superior) e imponía un plan de estudios único para todas las universidades. Por último, otro de los grandes proyectos de los liberales fue la puesta en práctica de una gran reforma en materia religiosa. En éste punto se logró la reducción el diezmo, se suprimió la Compañía de Jesús y todos los monasterios de las órdenes dinásticas, los bienes de los conventos fueron suprimidos y sus rentas se integrarían en el patrimonio del Estado para cubrir las necesidades de financiación.
El final del Trienio Liberal
Las reformas, que perjudicaban claramente a la Iglesia, fueron criticadas por los sectores más moderados y el rey se negó, en un principio, a sancionarlas. Su negativa a sancionar la ley hizo que aumentase la tensión entre Fernando VII y el ejecutivo. Los gobiernos que se sucedieron en este período fueron débiles y no aportaron grandes soluciones a la hora de resolver los problemas del país. La pérdida de prestigio y de confianza inclinó la balanza a favor de los “exaltados”, ante la oposición de los moderados a que éstos se hicieran cargo de la política. Por su parte, Fernando VII aprovechó la coyuntura para solicitar ayuda a la Cuádruple Alianza. El único país que se prestó a colaborar para restaurar el absolutismo en España y reponer la figura del monarca con todo su poder fue Francia, quien aprovechó la celebración del Congreso de Verona (1922) para ofrecer oficialmente su apoyo a la monarquía española. El 23 de abril de 1823, un amplio ejército francés conocido como “Los cien mil hijos de San Luis” atravesaron los Pirineos al mando del duque de Angulema. Cuando entraron en territorio español apenas encontraron resistencia armada. Al final de la primavera el gobierno y las fuerzas liberales evacuaron Madrid y se dirigieron a Sevilla y de ahí a Cádiz, llevándose como rehén a Fernando VII.
En esta ciudad se vivió el último episodio del Trienio Liberal: la batalla de Trocadero. Los liberales se encerraron en el fuerte de Trocadero y durante varios días fueron asediados por las tropas francesas. El día 31 de agosto el ejército galo atacó por sorpresa el fortín tomando finalmente el edificio. Durante las tres semanas siguientes Cádiz fue constantemente bombardeada, hasta que el día 23 de septiembre de 1823 lograron que las fuerzas liberales se rindieran. Fernando VII fue finalmente liberado y la monarquía absoluta fue repuesta. Así se puso punto y aparte a la experiencia liberal en España y dio comienzo el último episodio absolutista en la historia de España que supuso, a su vez, el final del Antiguo Régimen
¿Sabías que…? Rafael del Riego fue apresado en Andalucía tras el trienio bolchevique, fue detenido en la cárcel de corte de Madrid, y el 7 de noviembre fue llevado a la horca en la Plaza de la Cebada. El castigo fue ejemplar, ya que después de ser ahorcado su cuerpo fue decapitado.
En colaboración con iHistoriArte| Iván H.
Fuentes| La ejecución del general Rafael del Riego, La canción del Trágala. Cultura y política popular en el inicio de la revolución liberal en España
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