El investigador Rafael M. Girón Pascual comenta que se conoce muy poco de la figura de Francisco de Cuéllar, integrante de la Felicísima Armada y autor de la Carta de uno que fué en la Armada de Inglaterra y cuenta la jornada, en la que narra «su naufragio en las costas irlandesas y su lastimoso viaje a través de la parte norte de la isla, su llegada a Escocia y posteriormente a Flandes donde redacta la carta» en Octubre de 1589.
Conviene destacar que el capitán Francisco de Cuéllar sabía latín y eso le resultó muy útil para comunicarse con algunos religiosos católicos irlandeses durante su aventura. Se trata de un documento de especial importancia para la historia de Irlanda, pues uno de los pocos escritos que reflejan la sociedad irlandesa de finales del siglo XVI. Hoy en día existe incluso una travesía de Cuéllar en Irlanda, «de Cuellar Trail«, que recorre los lugares que el capitán visitó en su atropellado viaje.
Su Majestad Católica Felipe II cansado de las razias inglesas sobre los barcos españoles, y con la intención, no tanto de conquistar la isla sino, de acabar con la monarquía hereje y que un católico como Dios manda volviera a ser rey y señor de Inglaterra, encargó la dificilísima misión a Don Álvaro de Bazán, uno de los legendarios héroes de Lepanto. Pero la desgracia se cernió sobre dicha misión desde el principio y Don Álvaro murió. El almirantazgo de la empresa recayó entonces en Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, otro de nuestros grandes, nobiliaria y militarmente hablando, con la pega de que no era un experto en marinería.
Poner rumbo hacia un mar que a partir de septiembre y durante el invierno es un escenario infernal, más que una temeridad, es un suicidio. Más aún en el año en que se registraron las mareas más violentas de la historia de la navegación documentada hasta ese momento. Competentes pilotos vascos y avezados marinos gallegos propusieron un retraso prudente de las operaciones en curso, al menos hasta la primavera. Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Capitán General de Mar Océano, había expresado su resquemor al respecto a realizar la incursión con una flota de 125 barcos y 30000 hombres de la Armada bajo su mando directo. En una misiva a Felipe II expresaba su preocupación: «en la costa de Flandes, no habiendo en toda ella puerto ni abrigo para esas naves, con el primer temporal que les dies, les echaría a los bancos donde, sin ningún remedio, se habían de perder«. A pesar de todo ello, en Mayo de 1588 la que se llamó Felicísima Armada (lo de Armada Invencible fue una ironía de los ingleses) tomó rumbo a Flandes para embarcar a las tropas de los durísimos y bragados Tercios. Pero desde el principio la mar no estuvo de nuestro lado. Hasta el punto de obligar a los españoles a desistir de la empresa. Llegados al Canal de la Mancha ante la resistencia inglesa y las malas condiciones climatológicas, rodear Inglaterra y Escocia y bajar por la costa occidental de Irlanda se antojó como la única opción. El 21 de agosto de 1588, la Felicísima Armada dejó atrás las islas Orkney para adentrarse en el Atlántico Norte. “Hasta ese momento la Armada había sido un costoso fracaso pero en modo alguno un desastre”, afirman los historiadores Colin Martin y Geoffrey Parker en su libro La Gran Armada. Efectivamente, 112 barcos permanecían indemnes. Hasta que los vientos huracanados que ese otoño de 1588 azotaron Irlanda salieron al paso de «los castillos sobre el agua» de Felipe II. El resultado fueron 24 naufragios, una tragedia que tuvo lugar en algunos de los lugares más bellos de Irlanda su escenario.
«…toda el Armada andaba desbaratada con el temporal, de suerte que unas naos fueron á Alemania, otras dieron en las islas de Olanda y Gelanda, en manos de los enemigos; otras fueron á Setelanda; otras á Escocia, donde se perdieron y quemaron. Más de 20 se perdieron en el reino de Irlanda, con toda la caballería y flor de la Armada.»
La Real Academia de la Historia. Colección Salazar, número. 7, fólio. 58.
Francisco de Cuéllar
En la mañana que precedió al naufragio, el fuerte viento obligó a tres buques a resguardarse al amparo de un ligero promontorio. El Lavia, el Juliana y el Santamaría de Visión. Pero la violencia de las corrientes marinas acabaron por desintegrar los navíos contra las rocas de la playa de Streedagh Strand, Condado de Sligo y Leitrim. La escena era dantesca. Los cadáveres albergaban un fuerte deterioro por la violencia con que el mar los había maltratado.
«Como he dicho, la nao en que yo iba era levantisca, á la cual se juntaron otras dos muy grandes para socorrernos si pudiesen, en las cuales venía D. Diego Enriquez, el corcobado, por Maese de Campo, y no pudiendo doblar el Cabo de Clara, en Irlanda, con mal temporal que sobrevino por la proa, fue forzado venir á tierra con estas tres naos, que, como digo, eran grandísimas, y dar fondo más de media legua de la tierra, donde estuvimos cuatro días sin proveer nada, ni aun lo podían hacer, y al quinto vino tan gran temporal en travesía, con mar por el cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener ni las velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos de una parte y de otra, cosa jamas vista , porque en espacio de una hora se hicieron todas tres naos pedazos, de las cuales no se escaparon 300 hombres, y se ahogaron más de mil, y entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos.»
A partir de ese momento el capitán Francisco de Cuéllar inició un peregrinaje por la isla de Irlanda digno de cualquier película de Hollywood. Pero eso lo veremos en la próxima entrega de esta serie de dos artículos sobre la figura legendaria del valiente capitán Francisco de Cuéllar, «uno que fue en la Armada de Inglaterra y cuenta la jornada».
Autor | Dave Meler
Fuentes y Bibliografía | de Cuéllar, F., Carta de uno que fue en la Armada de Inglaterra y cuenta la jornada, La Real Academia de la Historia. Colección Salazar, número. 7, folio. 58. García Hernan, E., Obispos Irlandeses y La monarquía Hispánica del siglo XVI, Los extranjeros en la España Moderna, Actas del I Coloquio Internacional Tomo II. Girón Pascual, R., El Capitán Francisco de Cuéllar antes y después de la jornada de Inglaterra, Actas de la XI Reunión científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Volumen II.
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2 respuestas
Con esto del Capitán Cuéllar asistimos a una de las vergonzosasmistificaciones que por el bien de España se montan en perjuicio de Castilla y lo castellano. Si hay algo claro sobre esta figura legendaria es su origen castellano, como muestran a las claras su nombre, su apellido, y el navío del que era capitán. Es más, de acuerdo con el investigador citado en el artículo Girón Pascual, hay documentos que señalan que era del mismo Valladolid. Más nada de esto se dice: «Poco se sabe de él…» se argumenta. Y por eso cuando en Irlanda se celebran fiestas en su honor antes invitarán a grupos de gaiteros «celtas» gallegos o de flamenco andaluz que a grupos folkloricos de su auténtica tierra. Lo castellano no vende. Ellos se lo pierden.