Entre 1875 y 1945, las luchas y conquistas de las mujeres occidentales por el derecho al voto posibilitaron el perfeccionamiento de las democracias modernas. Este artículo sintetiza para todos los públicos cómo se consiguió uno de los grandes logros de la humanidad que, sin duda, evidencia lo que para muchos es la gran revolución triunfante del siglo XX: el feminismo
Del sufragio para cultos y ricos, al sufragio para todos los varones
En el XIX se consolidó en Occidente la sociedad de clases, urbana y capitalista de la que aún formamos parte. Políticamente, la potestad de la nación dejó de residir en el Rey para ser propiedad de todos los individuos. Los que antes eran siervos se convirtieron en ciudadanos, estando representados en las Cortes y amparados en las Constituciones liberales. El elemento fundamental de esa transformación social y política fue el derecho al voto. Los primeros gobiernos plenamente liberales, EE.UU y Francia, instauraron un sufragio censitario que negaba el voto a la gran mayoría de población: pobres, analfabetos y mujeres. Hacia finales del XIX, el auge del liberalismo progresista en los estados occidentales motivó la extensión del derecho al voto a todos los varones. La otra mitad de la población, las mujeres, seguía sin tener ningún derecho a decisión sobre su nación. España fue unos de los primeros países que aspiró a instaurar el sufragio masculino en su primer intento liberal, tal y como recoge la Constitución de Cádiz de 1812; no fue efectivo por la restauración del Absolutismo, y se tuvo que esperar hasta 1891. Grecia en 1822, Francia y Suiza en 1848 y Alemania en 1871, fueron los primeros países en instaurar el sufragio universal masculino.
Sabías que… el Estado de New Jersey implantó el voto femenino en su Constitución de 1776. Fue un error de redacción, al no especificarse el sexo de aquellos que tenían el derecho al voto.
Las conquista del voto femenino: de ángel del hogar a ciudadana
La Ilustración, sustento ideológico del liberalismo, no incorporó el feminismo en sus postulados. Es así como las sociedades liberales del XIX continuaron dotando a la mujer con la única función que ya tenían en el Antiguo Regimen: ser madre y esposa; ángel del hogar apartada de la esfera pública, sin representación en los organismos políticos y sin derecho al voto.
En 1848 se publicó en EEUU El Manifiesto de Seneca Falls o Declaración de Sentimientos, documento elaborada en una convención que sigue siendo piedra angular del feminismo y que fue clave para impulsar la conciencia feminista por todo el mundo. En él se ataca la “tiranía absoluta” del hombre sobre la mujer, y se defiende la igualdad de derechos y libertades entre sexos en base a un principio fundamental: “toda la raza humana es idéntica en cuanto a capacidad y responsabilidad”. Con este texto arrancó la lucha de las sufragistas por conquistar la plena ciudadanía a través del reconocimiento a las mujeres de su derecho a la educación, a la propiedad y, sobre todo, el derecho a votar a los representantes políticos de su nación. El movimiento socio-político de las sufragistas tuvo su primera conquista lejos del epicentro geográfico de las naciones liberales. Fueron los dos países más grandes de Oceanía, Nueva Zelanda en 1893 y Australia en 1901, los primeras naciones en otorgar a la mujer el derecho al voto. Finlandia, en 1906, fue el primero en hacerlo en Europa.
Los movimientos sufragistas tuvieron especial relevancia en dos naciones: EE.UU y Gran Bretaña. En EE.UU se organizó en torno a un movimiento social e interclasista. Usaron medios de lucha muy similares a los de nuestro tiempo: manifestaciones, huelgas de hambre o perturbaciones de actos públicos. Las máximas representantes del movimiento sufragista estadounidense fueron Elizabeth Cady Stanton y Susan Brownell Anthony, las cuales fundaron la Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer (NWSA). La acción de las sufragistas consiguió que el Estado de Wyoming fuese la primera entidad política del mundo en reconocer legalmente el voto femenino en 1869. Le siguieron otros estados como Washington en 1910. Fue en 1920 cuando se incorporó a todas las mujeres de la nación. En Gran Bretaña, fue referente el matrimonio formado por Harriet Taylor y el diputado John Stuart Mill. Sufragio de las mujeres de ella, y El sometimiento de la mujer de él, fueron obras esenciales para abrir las mentalidades de las británicas. La lucha por el voto femenino en Gran Bretaña fue complicada. Su sociedad era bastante machista y antisufragista. Se creó la Sociedad Nacional para el Sufragio de la Mujer (NSWS), y ya a principios del XX una segunda de carácter radical denominada Unión Social y Política de las Mujeres (WSPU), fundada por Emmeline Pankhurts. La WSPU fue ilegalizada y muchas sufragistas fueron encarceladas por su violencia callejera. Las mujeres británicas – como el resto de europeas – tuvieron que demostrar su valía en la I Guerra Mundial para que recibiesen el derecho al voto, concedido en 1917 como un premio a su labor patriótica.
A lo largo de la primera mitad del XX, la mayoría de los estados europeos fueron reconociendo el derecho de decisión política a sus mujeres. Entre 1906 y 1915, lo establecieron países del norte de Europa como Finlandia, Noruega, Dinamarca e Islandia. Finalizada la Gran Guerra lo hicieron gran parte de Europa como Alemania, Suecia, Holanda, Austria, la URSS, Hungría y Checoslovaquía. En España se implantó en 1931 – ejecutado por primera vez en 1933 – gracias a las posibilidades democráticas que ofrecía la recién instaurada República y la labor inconmensurable de la abogada Clara Campoamor. Paradogicamente, Francia, cuna de la Ilustración y del liberalismo, fue de los últimos países occidentales en reconocer el voto femenino. Lo hizo en el año que acabó la II Guerra Mundial, junto a Italia.
En colaboración con iHA| Antonio Viller
Bibliografía| PÉREZ GARZÓN, J.SISINIO: Historia del Feminismo. Madrid, Catarata, 2011. TOUCHARD, JEAN: Historia de las ideas políticas. Madrid, Tecnos, 2006.
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