Aprovechando mi reciente visita al campo de concentración de Dachau (Múnich), del que me he llevado –como era de esperar– un recuerdo sobrecogedor, el artículo que me dispongo a presentaros a lo largo de los meses de julio y agosto he decidido dedicarlo al neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl: uno de los supervivientes a la citada macabra institución.
A lo largo del truculento recorrido por este «campo de vergüenza» me he tomado la libertad de fotografiar las escenas que más impacto han producido en mí, algunas de las cuales os mostraré para acercaros a la experiencia que he vivido y al escritor que presento a continuación.
¿Quién fue Viktor Frankl?
Viktor Frankl nació en Viena en 1905, en el seno de una familia de origen judío que gozaba de un ambiente hogareño y afectuoso. En la Universidad de Viena se doctoró en Medicina y, posteriormente, en Filosofía.
Trabajó en el Hospital General de Viena, ejerció la psiquiatría de forma privada y dirigió el departamento de neurología del Hospital Rothschild (único hospital vienés donde eran admitidos judíos en aquella época). Se encontraba en la rampa de lanzamiento hacia una previsible brillante carrera profesional teniendo en cuenta que, en el ámbito de la psiquiatría, la capital austriaca era la cuna de eminencias como Sigmund Freud y Alfred Adler.
La paz y el sosiego personal y familiar chocaban frontalmente con la agitación sociopolítica que se vivía en las calles a raíz de la invasión nazi. A pesar de que su hermana consiguió huir a Australia, en 1942 sus padres, su hermano y su esposa fueron deportados a Auschwitz. Frankl, por su parte, consiguió un visado para emigrar a los EEUU que no sólo le brindaba la posibilidad de eludir la persecución hitleriana, sino que le permitía desarrollar y defender sus estudios psiquiátricos en un marco de importante resonancia científica y cultural.
Cuenta el propio autor que, tras mucho valorar la situación, regresó a casa con gran pesadumbre y al entrar observó un pequeño trozo de mármol sobre el aparador. Le preguntó a su padre qué era y éste respondió «lo he levantado hoy de un montón de escombros, allí donde se encontraba la sinagoga que han quemado… es una parte de las tablas de los mandamientos. Si te interesa puedo decirte también cuál de los mandamientos es el signo en hebreo que se encuentra allí grabado…». Frankl le preguntó cuál era y éste afirmó «honra a tu padre y a tu madre, para que vivas por mucho tiempo en la tierra…».
De manera que Viktor Frankl se quedó en la tierra, honrando a su familia, dejando vencer la visa y siendo trasladado junto a ellos a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración dependientes del de Dachau.
El valeroso autor fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano, supervivencia que no alcanzaron su esposa ni sus padres.
«Recuerdo cuánto disfrutaba de cada pequeña ración de calor. No tenía tiempo para ir a las letrinas, así que solía orinarme encima de la ropa y aprovechaba el calor que aquello me proporcionaba después de haber trabajado en el exterior, donde hacía un frío terrible. Incluso en la cola del rancho me orinaba encima como si escupiera en el té caliente…»
¿Qué papel desempeñó Frankl en el ámbito de la psiquiatría?
Fue catedrático de Neurología y Psiquiatría en la Universidad de Viena y Director de la Policlínica Neurológica Vienesa durante veinticinco años.
Pero su aportación más importante en el campo de la psicoterapia fue la fundación de la Logoterapia (o «la tercera escuela vienesa de psicoterapia», siendo la primera el psicoanálisis de Freud ,y la segunda, la escuela Adleriana), cuya etimología proviene del griego Logos, que equivale a «sentido», «significado» o «propósito». La Logoterapia centra su atención en el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por parte del hombre. Y nadie mejor que hallar por qué merece la pena que viva un hombre que se encuentra sometido a las condiciones deshumanizadas de un campo de concentración.
«La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una «racionalización secundaria» de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico en cuanto es uno mismo y uno solo quien tiene que encontrarlo; únicamente así logra alcanzar el hombre un significado que satisfaga su propia voluntad de sentido.»
El hombre que se halla en crisis ha de tener un enfrentamiento al sentido de su vida actual para buscar una reorientación del mismo a través de la búsqueda de un sentido potencial junto a la conciencia de la voluntad del mismo. Esto sirve para ayudar al paciente a encontrar el sentido de su vida: le hace consciente de lo que anhela en lo más profundo de su ser y de sus responsabilidades, que consisten en decidir por qué. Se atreve a penetrar en la dimensión espiritual en el sentido de aspirar por una existencia más significativa.
«Durante la primera noche en el campo me conjuré conmigo mismo para no «lanzarme contra las alambradas». No resultaba tan difícil, en Auschwitz, tomar la decisión de no «lanzarme contra las alambradas». En el fondo, tampoco tenía mucho sentido suicidarse, pues considerando con objetividad las circunstancias, y aplicando un simple cálculo de probabilidades, al prisionero medio le quedaban muy pocas expectativas de vida».
Como profesor invitado, Frankl ejerció la docencia en la Universidad de Harvard así como en las universidades de Stanford, Dallas y Pittsburgh; también fue Distinguished Professor of Logotherapy en la U.S. International University en San Diego, California.
A lo largo de cuatro décadas emprendió innumerables viajes por todo el mundo impartiendo conferencias. Veintinueve universidades de Europa, América del Norte y del Sur. Asia y África le otorgaron el título de doctor honoris causa.
Fue galardonado con numerosos premios, entre ellos el Oskar Pfister Award de la American Psychiatric Association, y fue miembro de honor de la Academia Austríaca de las Ciencias.
Frankl falleció en Viena el 2 de septiembre de 1997.
Continuará…
En colaboración con iHistoriArte| Jimena Tierra
Bibliografía| El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl. Ed Herder. Con prólogo de José Benigno Freire.
Fuentes| http://www.maribelium.com/logoterapia2.htm, http://rafaelnarbona.es/?p=43
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