Nuestro compañero Dave Meler comparte editorial con el reconocido Abrasha Rotenberg, autor de la novela La Amenaza. Y no ha dejado pasar la oportunidad de preguntarle por su reciente obra.
El autor
Abrasha nació el 4 de mayo de 1926 en Teofipol, un pequeño pueblo ucraniano de la desaparecida Unión Soviética. A los ocho años llega a Buenos Aires donde residía su padre. En Buenos Aires recibe una educación laica, tanto argentina como judía. En 1948 participa en la fundación del periódico Nueva Sion, que aún se publica. En sus años de estudio en Jerusalem colabora como periodista en diversos medios y produce audiciones de radio en castellano para Latinoamérica. (La voz de Israel).
Vinculado profesionalmente a algunos emprendimientos periodísticos en 1976, por las circunstancias políticas que atravesaba Argentina tras el golpe militar, tuvo que exiliarse con su familia en Madrid donde, asociado a Manuel Aguilar, fundó la editorial Altalena dedicada a la edición de libros sobre la historia de España, la Guerra Civil Española y la presencia judía en la península.
Basado en sus experiencias ha escrito varios libros: La Opinión amordazada, Última carta de Moscú (ambas editadas por «del Taller de Mario Muchnik» —Madrid y Editorial Sudamericana— Buenos Aires), Raíces y Recuerdos(Lilmod), Chistes judíos que me contó mi padre(ediciones El Zorzal). A menudo colabora en diversas publicaciones periodísticas. Tras permanecer treinta y siete años en Madrid, actualmente reside en Buenos Aires.
Casado con la compositora y cantante Dina Rot, tienen dos hijos: Cecilia Roth, actriz y Ariel Rot, músico.
¿Por qué escribir La Amenaza? y ¿cómo la definiría?
¿Por qué escribí la amenaza? Buscaré una explicación porque también yo quiero conocer la respuesta. Comencé a escribir y publicar libros cuando me acercaba a los ochenta años. Hasta entonces y durante muchos años había colaborado con artículos y críticas en revistas y periódicos. Siempre estuve cerca de los libros como lector y como editor, pero el azar me impulsó a aventurarme con un relato autobiográfico relacionado con el diario argentino La Opinión en cuya fundación y existencia participé. Mi segundo libro, Ultima carta de Moscú, también fue autobiográfico y en gran parte el tercero, La amenaza, también lo es, aunque sabe a ficción. Estoy convencido que toda escritura, por más que se disfrace, es autobiográfica. ¿Que lo diferencia de una ficción? Que la autobiografía relata lo que ha sucedido y la ficción lo que podía haber sucedido con el personaje y su entorno. Supongo que existen otras diferencias y que con la mía no se agota el tema. La amenaza está inspirada en un episodio que padecí en mi adolescencia, una circunstancia humillante de la cual fui responsable y cuyo recuerdo me angustió durante muchos años. Muchas veces intenté relatar esta frustración pero no encontraba la forma de hacerlo hasta que, cerca de los noventa años, me acerqué a un taller de escritura que dirigía mi amiga, la escritora Alicia Dujovne Ortiz, y me puse a escribir y en dos años pude terminar La amenaza que, un año más tarde, fue publicada en España por el Grupo Tierra Triviun. ¿Me habías preguntado por qué lo hice? Tal vez porque con la escritura pude digerir y superar el dolor que me produjo descubrirme. Creo que el libro está escrito a un ritmo que atrae al lector y describe un universo argentino prejuicioso, conflictivo y auténtico . Lo digo sin pudor porque soy otro, un lector desconocido. Aquél que lo escribió ya no es el mismo.
¿Qué porcentaje de la novela corresponde a la realidad y que porcentaje es inventado?
Preguntas que porcentaje corresponde a la realidad y qué es inventado. No se trata de una división matemática. Para mi existen dos verdades paralelas que no se contradicen. La del libro, que está escrita y por lo tanto es definitiva e inapelable, y la personal, que sucedió hace años y por lo tanto sus matices están sujetos a los vaivenes de la memoria y a las interferencias del tiempo. Para el lector el libro es la única verdad.
¿A qué personaje de la novela le tiene más cariño y con cual se siente más identificado?
Tendría que ser muy masoquista para no sentirme identificado con el protagonista, un adolescente que en parte fui yo, alguien que a la misma edad se comportaba con maneras similares a las mías, aunque considero que políticamente yo había madurado más que él en relación a Stalin y al comunismo. Tras mi infancia vivida en la Unión Soviética superé, en gran parte, la ingenuidad de Travin, mi personaje literario, aunque el socialismo seguía siendo, para mí, la gran esperanza de la humanidad de post guerra.
¿Cómo ha cambiado en la sociedad argentina desde la dictadura y que parte de todo esto sigue latiendo en el trasfondo social de la argentina actual?
«esto va un poco en relación a los paralelismos que ocurren hoy en día con la dictadura y la superación de todo ello en la sociedad española aclara Dave»
Después de la dictadura militar la Argentina entró en un período de turbulencia en su intento de afianzar una frágil democracia. En estos momentos gran parte de Sudamérica padece una sucesión de implosiones zonales de difícil diagnóstico e imprevisibles consecuencias. El mundo está dominado por una incontrolable revolución tecnológica cuya velocidad supera la capacidad humana para comprender hacia dónde se dirige y aún menos, para encauzarla. La clase política busca soluciones con el idioma del siglo XX pero la realidad y la velocidad de la evolución del siglo XXI nos obliga a aprender un nuevo lenguaje aún no inventado. El tiempo calculado según nuestros cánones carece de sentido frente a la velocidad de las innovaciones tecnológicas. Los años se han transformado en meses y estos en días, porque a diario nacen innovaciones que no tenemos tiempo de aprehender y neologismos cuyo significado, apenas lo entendemos, son reemplazados por otros. En ese sentido Sudamérica y Argentina se han quedado, salvo algunos fenómenos excepcionales, muy atrás y aprender a ponerse al día es y será en adelante, cada vez más difícil. La Argentina no tiene líderes actualizados, con una mirada amplia e ideas claras sobre lo que nos está sucediendo. Y si no supera el ámbito aldeano que domina la política , nos quedaremos congelados con la memoria puesta en un pasado glorioso, parte de una leyenda fabricada, y un futuro inalcanzable, que constituye nuestra realidad.
En pocos días asumirá un nuevo gobierno de ideología elástica, abarcativa y contradictoria. Tengo la esperanza de que tome el poder su mejor versión. Anatole France sostenía que “la historia no se repite, los que se repiten son los historiadores”. Deseo que en relación a la Argentina de hoy tenga razón. No quiero perder la esperanza pero confieso que estoy preocupado por el futuro porque algunos de los personajes turbios que aparecen en La amenaza continúan agazapados en la sombras a la espera de su oportunidad.
Y después de La Amenaza, ¿qué proyectos tiene?
¿Qué proyectos tengo? En marzo se va a publicar La amenaza en Buenos Aires, en un clima escéptico. Las editoriales pequeñas cierran y cientos de librerías no pueden sobrevivir. Ya lo dijo el Talmud y lo parafraseo para que se entienda: “Si no hay pan, no hay sabiduría”. La torpeza política de varios gobiernos ha conducido a una crisis económica de ardua solución inmediata. Comencemos por sembrar y cuando tengamos el pan sobre la mesa, compraremos libros.
Revolviendo papeles me he topado con varios cuentos que escribí hace años y nunca publiqué. Voy a releerlos y después, si valen la pena, pulirlos y, si tengo suerte, publicarlos.
En unos meses voy a cumplir 94 años. Desde que inicio un libro hasta que lo editan pasan cuatro o cinco años, por lo tanto los invito a la presentación de mi próxima obra que se va a titular La esperanza. Se celebrará en mayo de 2024, si en esa época existen las computadoras, el papel, las imprentas, las librerías, los lectores y nuestro planeta. No perdamos la esperanza, reserven asientos.
Fuentes | Dave Meler, Abrasha Rotenberg
Imágenes | Grupo Tierra Trivium