Dos amigos, Marlon y Pedro, se ven súbitamente transportados a otra dimensión paralela a la nuestra en virtud de un encuentro fortuito con una puerta cuántica. Este nuevo mundo, llamado Cesalia, es idéntico al nuestro en lo referente a geografía, pero en cuanto a su cultura, política, legislación, tecnología y otros aspectos, no podía ser más disímil.
Esta raza ha decidido tomar el camino de la solidaridad entre ellos y el entorno provocando frutos muy positivos en la calidad de vida. Tecnológicamente han avanzado a pasos gigantescos, no conocen de fronteras ni países; las ciudades (ingenios tecnológicos) derivan flotando vagabundas a kilómetros del suelo logrando de esta manera la conservación y el mejor uso de los suelos. Han implementado una cultura de profundo respeto por el planeta; los principales burócratas son escogidos basados en su nivel de amor a la comunidad. Tal vez la frase que mejor describe el estilo de vida de los Cesalianos es:
“… las personas trabajan para hacerse felices unas a otras y el personaje más rico del pueblo es el que lo logra con mayor éxito”
Franciasco Javier Beirute Miranda. Nacido en 1958 en San José, Costa Rica, profesor universitario, licenciado en mercadeo y con una maestría en docencia, publica su primera novela «Próxima Humanidad» con la editorial Atabal en 2011.
La serie de 15 grabados sobre el Apocalipsis que Alberto Durero realizó en 1498 lanzaron a hacia la fama al pintor alemán a sus 27 años. La inquietud popular provocada por la creencia generalizada sobre la llegada del Juicio Final en el cambio de siglo se manifiesta en las imágenes de pesadilla abigarrada de Durero.
Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis predominan en las escenas del arte europeo. La guerra, los desastres y las epidémias encuentran su explicación en las referencias bíblicas. Las penurias y la desgracia eran una prueba de la debilidad humana ante la ira de dios.
Los artistas encontraron en ese código una fuente de imágenes poderosas capaz de representar la aberración sin límites sociales o canónicos. La fragilidad de la vida necesitaba ser reflejada como advertencia: la muerte (representada como un esqueleto, a veces vestido, a veces dejando al descubierto el cuerpo consumido) se podía presentar en cualquier momento y los pecadores sólo podían esperar una eternidad de sufrimiento.



