Maastricht recibe al visitante plagada de abundantes iglesias, edificios públicos, casas particulares profusamente decoradas y antiguas murallas que defendían la ciudad. Se trata de una de las ciudades más antiguas de Holanda con una rica y extensa historia que sorprenderá a aquellos que se animen a pasear por sus tranquilas calles.
Los romanos llegaron a esta orilla del río Mosa en torno al año 50 a.C. donde instalaron un pequeño asentamiento que recibiría el nombre de Mosa Trajektum (Maastricht). Este asentamiento pronto se convirtió en fortaleza permanente y en posterior ciudadela. Cuyos restos todavía hoy se pueden observar entre el puente de San Gervasio y la plaza de Onze Lieve Vrouweplein. La ciudad ha estado habitada de forma ininterrumpida desde este momento expandiéndose a partir del núcleo original romano, lo que hoy sería el barrio de Stokstraatkwartier. Durante la Edad Media y Moderna se convirtió en la zona rica de la ciudad. Pero con la llegada de la revolución industrial este barrio se convertirá en una zona de población obrera y fue deteriorándose de forma progresiva hasta que fue restaurado totalmente a mediados de los años 60 y 70. En la plaza de Op de Thermen se encontraron los restos de las termas galo-romanas y parte de las torres que pertenecieron a la fortaleza romana original.
El visitante no puede dejar pasar la oportunidad de visitar una de las iglesias más antiguas de Holanda: la basílica de Onze Lieve Vrouwenkerk. Construida antes del año 1000, cuenta con dos criptas y un coro románico de dos pisos del siglo XII muy llamativo. Cada cuatro años se organiza una procesión que llega a la capilla de María Estrella del Mar situada en la iglesia, y a la que acuden católicos de todo el Benelux.
En el siglo XIII se construyo una muralla nueva, de nueve metros, cuya circunvalación amplió tres veces el territorio de la ciudad. Restos de las construcciones defensivas de esta muralla se pueden observar hoy en día en el barrio de Wyck, donde se enlazaban con la muralla original. Allí encontrará la Helpoort o Puerta del Infierno, la puerta de acceso a la ciudad más antigua de Holanda (el resto se han demolido con los años). Es la original, y en la parte lateral del arco de la entrada todavía se pueden observar las hendiduras donde encajaba el rastrillo de hierro.
La ciudad de Maastricht alberga otros tesoros escondidos como la plaza de Hendrik van Veldeke. Donde reposan los restos del primer poeta holandés. Conocido por escribir en 1160 la leyenda de San Gervasio, patrón y primer obispo de Maastrich. O las grutas subterráneas de la ciudad: las cuevas de St. Petersberg hill. Los túneles de la colina de San Pedro son laberinto de túneles creados por el hombre tras cientos de años excavando la roca. Los picapedreros horadaron la colina para obtener bloques de piedra con los que se construían los edificios. En su momento más de 20000 pasadizos recorrían los 200 kilómetros de túneles escavados por el hombre. La piedra calcárea de la región se formó a base del rico calcio de los huesos de criaturas acumuladas en el fondo del mar durante miles de años. Prueba de ello son los restos de los gigantescos masosaurios encontrados en estas cuevas. Pero además de ser una fuente inagotable de material para la construcción estos túneles han servido de refugio para los habitantes de la ciudad durante los diferentes sitios y guerras que han asolado la región (La Guerra de los 80 años, la invasión napoleónica o la II Guerra Mundial).
Desde luego Maastricht no dejará indiferente al visitante con sus numerosos parques, plazas y callejuelas de encanto sin igual. Una ciudad moderna que ha sabido combinar historia, pasado, presente y futuro.
Fuentes| Dave Meler, Turismo de Maastrich
Imágenes| Dave Meler, Fran Galindo