Como todos los viernes vino mi madre a buscarme al cole y luego fuimos a casa de mis abuelos. Me encanta ir a su casa, mi abuelo, que también se llama Manuel, me da todas las chocolatinas que quiero, aunque luego me gane las broncas de mi madre. A las ocho de la tarde llegamos a casa, me dolía un poco la barriga… demasiado chocolate.
Me tumbé en el sofá azul del salón. Mi padre me miró y suspiró como sólo suspiran los padres cuando han levantado el mundo y parado huracanes con su propio cuerpo. No, no estoy loco. Es lo que me dice mi padre después de contarle mi día en el cole. ¡Aun no entiendo cómo es posible que levante el mundo él solo! ¿será que es un súper héroe y yo no me he enterado?
-“Papá, ¿por qué han dicho en la tele que la libertad está en peligro?”- Pregunté curioso.
-“¡Ay, la libertad! Pues Manolín, porque cada día tenemos menos libertad, menos derechos y más deberes ¿Te acuerdas de los derechos de los que te hablé el otro día?”- Dijo mientras se ponía bien las gafas.
-“¡Pues vaya vida ésta! Cada día me gusta menos esto… Entonces ¿existe o no la libertad esa?”- Quería conocer a la tal libertad.
-“Sí, claro que existe, pero más recortada. Las libertades de los españoles, como los derechos fundamentales están recogidos en la Constitución Española que se elaboró en el año 1978. ¿Qué entiendes tú por libertad, Manolín? Vamos a hacer una cosa, ¿quieres?”- Empezaba la aventura.
-“¡¡¡Sí!!!”- Contesté efusivo.
-“Mientras te cuento qué es eso de la libertad, vas a dibujar qué es para tí la libertad, ¿quieres?”- Me dijo mi padre mientras sacaba de debajo de la mesa pequeña del salón papel, lápiz y varias pinturas.
Me puse muy contento, porque me gusta mucho pintar. Así que mientras mi padre iba contándome yo iba dibujando.
-“Vale, pero papá ¿cuáles son las libertades?”-
-“Estas libertades como te decía están recogidas, escritas en el Título I de la Constitución Española. Una de ellas es la libertad religiosa y de culto.”-
-“¿Qué quiere decir eso, papá?”- volví a preguntar.
-“Es que cada persona puede tener la religión que quiera. Es decir, que nadie puede prohibir que otra persona crea en un dios o en otro ¿Me entiendes Manolín?”-
-“O sea que si yo quiero creer en Dios, lo puedo hacer ¿no? Nadie me lo puede prohibir.”- contesté.
– “Eso es, o por ejemplo a tu amigo Bashîr que cree en Alá, nadie le puede prohibir hacerlo, ni nadie le puede obligar a creer en Dios. Hay que respetar que cada uno crea en su dios.”-
-“Claro, cada uno que crea en lo que quiera mientras que nadie se meta con los nadie. Pero papá ¿por qué a veces se meten con él?”- Nunca entendí porque había niños que insultaban a Bashîr.
-“Por eso, antes te he dicho que la libertad está en peligro. Además de la libertad religiosa, existe la libertad ideológica que no es otra cosa que poder pensar lo que quiera.”-
-“¿Lo que quiera? Entonces será una locura el mundo”- contesté poniendo cara rara.
-“Estas libertades tienen el límite del respeto y las libertades de los demás. La libertad ideológica es que si una persona piensa que el dinero es lo más importante en la vida, puede ser que no compartas la idea, pero la tienes que respetar. Esta libertad es importante para el reconocimiento social de cada uno. Es decir, que sin esta libertad no seríamos nosotros, ¿sí? Oye ¿cómo vas con tu dibujo?”- Me preguntó mi padre mientras se inclinaba para mirar mi dibujo.
-“¡Eh, no vale mirar, todavía lo estoy acabando! Papá ¿qué más libertades hay?”- Tapaba con el brazo mi dibujo.
-“¡Vale, no miro! Pues aparte de la libertad religiosa y la libertad ideológica, otra muy importante es la libertad de expresión. No sólo puedes creer y pensar lo que quieras, también decirlo. Pero acuérdate de los límites y de lo que siempre te dice papá. Nadie puede sentirse herido por decir lo que tú digas y siempre hay que pensar antes de hablar, ¿te acuerdas de pensar antes de hablar, Manolín?”- Buf, me estaba pareciendo que mi padre se había convertido en un poli malo.
-“Que sí, que sí me acuerdo y lo hago… Bueno a veces se me olvida porque puedo decir lo que quiera, es una libertad que tengo”-
-“Ay, Manolín no hay quien haga carrera contigo… Sí, claro puedes pero pensando y además lo puedes hacer por los medios que quieras. Por ejemplo, ahora esto de las redes sociales hace que esta libertad sea más extensa.”-
-“Vale, entonces me abriré una cuenta de Tuiter de esas para decir lo que quiera. ¡Ah, y del feisbuk ese también. Tengo mucho que decir a todos, papá!”- volví a contestar todo airoso mientras mi padre movía su mano con el dedo índice levantado y levantando la ceja… buf, mal tema.
-“Sí, sí ábrete no una sino una para cada día de la semana… tienes unas cosas que a veces me parece que seas de otro planeta.”- Mi padre ya estaba cansándose de mis preguntas, lo notaba.
-“Bueno ¿ya tienes tu dibujo? A ver, déjamelo ver…”- Mi padre es así de “pesao” no puede esperar.
-“Mira, ¿a qué es chulo? A ver si sabes quién es, listillo”- le desafié.
-“Mmm, creo que sí”- En realidad por su cara, sabía que no tenía ni pajolera idea de quién era. Tengo que decir que mi padre tiene muy poca imaginación… Además no sabe mentir.
-“Papá, es Paula, mi mejor amiga. ¡Pero si siempre que vienes al cole estoy hablando con ella! ¡No te enteras de nada, papá!”- Mi padre lleva gafas pero creo que no tiene memoria.
-“¡Vale perdóname, cariño!
-“Hoy te voy a hacer un regalo, a ver si tú conoces a esta muñeca. Es Mafalda.”-
-“¿Mafalda? Oye Papá ¿y lo de los deberes que has dicho antes?”-
-“No, no te emociones. Es hora de irse a leer a Mafalda y dormir. Otro día hablamos de los deberes. Buenas noches, cariño que sueñes con los angelitos.”- Intuía que se iba a acabar pronto, así que sí me fui a leer a la tal Mafalda.
Bibliografía| VV.AA, Constitución Española. Madrid 1978. Editorial: Secretaría General del Senado. Dirección de Estudios.
En colaboración con iHistoriArte| Pilar Cortes
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