La historia de Werner Barasch puede ser sumamente ilustrativa para comprender el largo viaje que, en la mayoría de los casos, tenían que hacer muchos europeos para intentar huir del fascismo, de la guerra y de la miseria que asolaba a Europa durante la II Guerra Mundial.
En 1936 Werner Barasch era un joven de 17 años que se encontraba estudiando en Suiza. A principios de ese año, recibió una carta en la que se ordenaba su expulsión de aquel territorio. El motivo aducido por las autoridades era la existencia de un “exceso de extranjeros”. En esos meses Barasch se hallaba cursando el primer semestre de Químicas en Zúrich y lejos de abandonar sus estudios, continuó asistiendo a clase hasta acabar el curso académico. Al iniciar el verano, y debido a las advertencias de las autoridades suizas, se trasladó a la ciudad de París pensando que allí podría continuar sus estudios. Pero en 1939 llegó la guerra. Su condición de alemán, aunque exiliado de su patria, le puso en el punto de mira de las autoridades francesas. Fue en ese instante cuando comenzó u largo viaje por Francia. En un principio se dirigió hacia el sur, alejándose lo más posible de las grandes ciudades y de los nazis. Al llegar a Poitiers, tal y como relata en sus memorias Werner, pensó que estaba a salvo. Pero su percepción no pudo ser menos acertada. En Poitiers se dirigió a un hotel y alquiló una habitación para descansar. Para hacer la reserva tuvo que presentar su documentación. El dueño del hotel al ver que era alemán llamó a las autoridades francesas. Unas horas más tarde Werner fue detenido. Después de permanecer unos días encarcelado en Poitiers, fue conducido junto con varios presos alemanes al Camp du Ruchard, que estaba formado por unos cuantos establos y cuyo perímetro se hallaba cercado con alambrada. De esta forma, Barasch, un refugiado político, se convirtió en un enemigo de Francia y, por ende, en prisionero de guerra.
Después de la caída del gobierno francés, Barasch fue metido en un tren y, junto con cientos de prisioneros más, fue trasladado al sur. En un momento de ese viaje, aprovechó el despiste de sus vigilantes y logró huir junto con varios prisioneros más. Al recobrar su libertad, decidieron dirigirse a Marsella. Allí intentó Barasch intentó buscar una salida de Europa. Incluso se puso en contacto con la Embajada de los Estados Unidos, pero sus esfuerzos fueron fútiles. Dos meses más tarde, fue de nuevo detenido por su condición de alemán. En esta ocasión, fue encarcelado en la Prisión de Marsella. Luego fue enviado a un campo de concentración cercano, situado en una fábrica de ladrillos en Les Milles, donde permaneció dos semanas. Pasado ese tiempo, el joven alemán pudo evadirse de nuevo.
Tras huir del campo de concentración, Barasch pensó que a esas alturas quizá el mejor destino era dirigirse a Suiza. Con el fin de evitar el tren, ya que solía estar muy vigilado por agentes de policía, compró una bicicleta a unos campesinos franceses y durante varios días recorrió por carretera los cientos de kilómetros que le separaban de la frontera Suiza. Al llegar al puesto fronterizo, unos agentes franceses le dieron el alto. Y, tras comprobar su identidad, fue de nuevo detenido y, posteriormente, trasladado al Campo de Concentración de Argèles Sur Mer. Éste campo, conocido por haber servido para confinar a los miles de españoles, hombres, mujeres y niños que desde los meses finales de la Guerra Civil y primeros meses de la dictadura se vieron obligados a exiliarse de España por miedo a ser severamente reprimidos, también fue utilizado para mantener encerrados a ingleses, polacos, alemanes o rusos. Barash, que para entonces ya se había convertido en un especialista en realizar evasiones, logró huir del campo en el mes de febrero de 1941. Dada la situación, sólo le quedaba una opción para huir de las autoridades francesas y de las alemanas: atravesar España y dirigirse hacia Portugal, desde donde podría iniciar su exilio transoceánico.
El viaje no estuvo exento de dificultades. Subir la cara francesa de los Pirineos y llegar a la cima del paso fronterizo no fue difícil, más complejo fue atravesar los Pirineos, bajar por el escarpada cara española y soportar el frío del invierno. Al día siguiente de pasar la frontera su travesía fue inesperadamente interrumpida. Una pareja de la Guardia Civil le descubrió en las inmediaciones la localidad de Espolla y al ver que no tenía la documentación reglamentaria fue detenido. Su delito, “paso clandestino de frontera”. Al día siguiente fue conducido a la Prisión de Partido de Figueras, donde se hallaban recluidos numerosos presos extranjeros de diversas nacionalidades. En aquella prisión permaneció varios meses y, tal y como señala Sala Rosé, Barasch inicio diversos trámites para intentar recobrar la libertad y persuadir a las autoridades españolas para que le dejaran marchar a Portugal. Sus cartas dirigidas al Gobernador Civil de Gerona o a otras instancias superiores no tuvieron el efecto deseado. Werner estuvo en la prisión de Partido de Figueras hasta el mes de junio, fecha en la que reinició su ya dilatada travesía por los espacios de encierro.
A principios de junio de 1941, Werner Barasch salió de la cárcel de Figueras rumbo al Campo de Concentración de Miranda de Ebro. Desde Figueras fue trasladado, junto con varios presos extranjeros más a la Prisión Modelo de Barcelona. Allí, recuerda nuestro protagonista, había “unos 10.000 presos y poco espacio”. En Barcelona pasó tan solo una noche y al día siguiente, 10 de junio, continuó su viaje en tren hasta Zaragoza.
Después de pasar 4 días en la cárcel de Torrero, el 14 de junio de 1941 Barasch fue trasladado a la Prisión Provincial de San Sebastián. Al día siguiente él y varios presos más fueron conducidos a Irún. Allí, en el puente internacional que unía España con Francia esperaban unos soldados alemanes con una lista. Como relata Barasch, el “oficial de las SS buscó nuestros nombres en una lista de prófugos en busca y captura que parecía la guía telefónica de una ciudad grande”. Al no haber ningún nombre de los presos allí presentes en la lista, todos volvieron a la cárcel y de allí, a los pocos días, Werner fue trasladado al Campo de Concentración de Miranda de Ebro, donde permaneció encerrado hasta marzo de 1943. Allí conoció a decenas, a miles de exiliados europeos que se hallaban en su misma situación. Después de pasar varios meses en el campo de Miranda de Ebro, gracias a la intercesión del American Friends Service Commitee, en marzo de 1943 le concedieron la libertad condicional. La situación de Werner mejoró. Se fue a vivir a Madrid y allí estuvo trabajando , pero tuvo que esperar 2 años para conseguir la documentación necesaria para salir de España. En 1945 Werner obtuvo el permiso para salir de España y el visado de residencia en los Estados Unidos de América. El viaje, en barco desde Lisboa, duró 17 días, tras los cuales pudo sentirse después de muchos años a salvo y en libertad.
Bibliografía|
HEREDIA URZÁIZ, Iván, “En la sombra de la historia: presos extranjeros en la cárcel de Torrero, Zaragoza, 1936-1948” en XIX y Veinte. Revista de historia y pensamiento contemporáneo, Número 7, 146 y 177, año 2012.
SALA ROSE, Rosa, La penúltima frontera. Fugitivos del nazismo en España, Papel de Liar, Barcelona, 2010.
BARASCH, Werner, Fugitivo. Apuntes Biográficos (1938-1946), Alba, Barcelona, 2008.
CALVET, Josep, Las montañas de la libertad. El paso de refugiados por los Pirineos durante la Segunda Guerra Mundial, 1939-1944, Alianza Editorial, Madrid, 2010.
Artículo sobre Werner Barasch en el blog de Rosa Sala Rose.
En colaboración con iHistoriArte| Iván H.
2 respuestas
Muy interesante. Hace poco asistí a una conferencia (en catalán) de Rosa Sala Rose sobre otro caso interesante, el de Jenny Kehr: http://www.youtube.com/watch?v=CPyMc-E2AoM&list=PLA441D75DFBC69FD8&index=1
Estimado Jordi,
El caso de Jenny Kehr es otro de los grandes personajes que Rosa Sala Rose recoge en su libro «La penúltima frontera…», que no deja de ser una obra referente en este tema. Gracias por compartir con nosotros ese enlace y por participar en el blog con tu comentario.
Un saludo