Desde hace unos días ha empezado una nueva aventura para mí. Sé que normalmente te cuento cosas sobre la historia y la sociedad pero hoy quiero contarte esta nueva aventura; quedarse a comer en el comedor. Siempre he tenido la suerte de poder ir a comer a casa, pero mi madre ha cambiado de horario y no llega a casa hasta las 3 de la tarde. El otro día se enfadó un poco conmigo porque no entendía este cambio. Los mayores se piensan que los niños preguntamos mucho y que lo hacemos porque no nos enteramos, pero no. Yo aparte de ser “el niño de los por qué” como me dice mi madre, pregunto porque mi madre, a veces, me habla como si fuera de su edad y no entiendo nada.
– Manuel, a partir de la semana que viene te quedarás a comer en el comedor.- Me dijo mi madre como si fuera una sentencia a muerte.
Me lo dijo con una cara demasiado seria como para decirle o preguntarle nada. Así que me callé.
– Sí, no me mires con esa cara tan seria. Seguro que conoces a alguien más que se queda a comer en el comedor.- Volvió a sentenciar mi madre.
La volví a mirar con gesto asustado, sin decir nada, mientras ella seguía dándome explicaciones que yo, a priori, no había pedido.
– Mira, Manuel hoy en día las cosas están un poco mal y si no me acojo a este nuevo horario me voy a la calle. Yo ya lo siento hijo mío, pero no estamos para decir que no, ni para mandarlos a la porra. Aunque lo haría bien a gusto porque me tienen frita, con tantos cambios, mucho trabajo y menos dinero. Pero como tengo trabajo, no me puedo quejar. Así que tú te quedas a comer en el cole y luego a las 5 irá a buscarte papá o iré yo, ¿de acuerdo?- Sabía que estaba enfadada y que por lo que me estaba contando debía de tener relación con lo que me contó mi padre el día de la manifestación. Creo que los tiros iban por ahí. Así que yo calladito.
La semana siguiente fue mi primera semana en el cole. El primer día era una mezcla de ilusión y susto. Ilusión por ser algo totalmente nuevo, y susto porque no sabía muy bien que me esperaba; yo sabía que no habría comida tan rica como la que hace mi madre.
Después de estar una hora en el recreo con un hambre que casi me muero, tocó la campana para ir al comedor. Creo que en el recreo había más niños que en el de entre clases. Cuando tocó la campana nos hicieron hacer una fila, me puse con uno de mis compañeros de clase. Recorrimos largos pasillos por los que nunca había pasado hasta que llegamos a una gran habitación con muchas mesas y sillas y una barra como de un bar en la que tenías que coger tu bandeja. Cogí una bandeja y pasé por la barra donde estaban unas señoras con bata blanca y nos echaban la comida. Tengo que decir, que las patatas a la riojana que decía el menú, no tiene nada que ver con las que me hace mi madre. De segundo había pechuga. Sólo me pusieron una pechuga, sin patatas y sin ensalada. No había postre, pero sí un buen pedazo de pan. Después de coger la bandeja, me senté al lado de Alberto, mi compañero de clase y me quedé mirando el plato.
– Por la crisis, me dijo Alberto. Antes la comida era mucho más buena y había más, pero desde que hay crisis hay menos comida. Tú cómete todo el pan, porque si no te lo comes, luego tendrás mucho hambre.-
Yo obediente me comí las patatas a la riojana, el filete y todo el pan. Me fijé que había niños que daban de comer a otros niños más pequeños. Me dijo Alberto que antes había más gente para ayudar a comer, pero que ahora también por la crisis hay menos.
Cuando llegué a casa, se lo conté a mi madre y mi madre con mucho amor y ternura me dijo:
– Manu, las cosas ahora no van bien. Siento si cuando te dije que tenías que quedarte a comer en el comedor no te lo expliqué bien, pero no corren buenos tiempo. En mi trabajo las cosas no van del todo bien y como te conté no puedo decir que no, porque sino me castigarán como lo hacemos papá y yo contigo y eso sería malo para nosotros. Ahora nos ha recortado el horario y también el sueldo, pero que sepas que a ti no te va a faltar de nada. Perdóname si estoy más seria, perdóname si te hablo como si estuviera enfadada, no es mi intención ni tampoco quiero que tú pagues lo que no debes pagar. Sabes que te quiero por encima de todo y que aunque estés un poco a disgusto en el comedor, ahora nos toca hacer ese esfuerzo. Prometo recompensarte pasando más rato contigo, dándote todo mi cariño y contestando todas tus preguntas y todos tus por qués.
Después, vino mi padre mientras yo estaba estudiando. Abrió la puerta de mi cuarto y sólo me dijo «hola, hijo». Lo noté raro, pero seguí haciendo los deberes de lengua. Unos veinte minutos más tarde de venir mi padre, oí su voz que me llamaba a la cocina. Cuando llegué a la cocina, mi madre tenía lágrimas en los ojos y mi padre estaba muy serio. Me olí algo que tenía que ser bueno. Me dijeron que me sentase en la silla y entonces empezó todo.
– Manu, nos gustaría no tener que darte estas noticias, pero como ya te dije antes, las cosas no andan bien. A partir de ahora, nos vamos a vivir a otra ciudad. Nos vamos a Madrid. A papá le han destinado allí y tenemos que marcharnos en 15 días.-
No supe que decir, sólo sé que a partir de ahora, estaré en Madrid… así que no podré seguir escribiendo mis aventuras… Quiero despedirme de todos vosotros y daros las gracias por todo el cariño demostrado. Siempre estaréis en mi corazón. GraCiaS
Me quedé tan anonadado por aquella declaración de amor de mi madre que no supe qué decir.
En colaboración con iHistoriArte| Pilar Cortes
Texto e Ilustraciones| Pilar Cortés