«Imagina estar en medio del atlántico a 540 millas náuticas, unos 1000 km, de la costa más cercana. Estás a bordo del barco Arkaka. De repente divisas en el horizonte una pequeña embarcación flotando a la deriva, observas detenidamente, algo se mueve dentro. Es un náufrago hay que rescatarlo…
Consigues llegar hasta la barca, una Zodiac, y ves a un hombre desaliñado, una lona y una vela rota. Es obvio que lleva muchos días en ella, tiene claros síntomas de deshidratación y desnutrición, le ofreces ayuda para subir a bordo y él se niega. No solo se niega, sino que pregunta ante tu perplejidad:
–¿Dónde estamos?
–En el Atlántico.- Contestas incrédulo a la negativa a subir al barco. Piensas que debe haberse vuelto loco por la falta de alimento y agua.
–¿En qué parte del atlántico, cuánto nos separa de la costa? ¿Latitud, longitud?
No son preguntas de un loco, ¿Quién es este tipo? ¿Qué hace en medio del océano? y sobre todo ¿Por qué no deja que le ayudemos? Te asaltan mil preguntas, pero decides contestar a la suya:
-Estamos a algo más de 500 millas de la costa más cercana.
Ves que el hombre se desmorona, esa noticia no le ha sentado nada bien, le ofreces de nuevo ayuda, esta vez acepta…»
Su nombre era Alain Bombard, y había partido de Las Palmas de Gran Canarias 53 días atrás a bordo de la embarcación L’Heretique.
El Hereje, de 4.6 metros de eslora (largo) y 1.9 de manga (ancho), con la intención de demostrar que era posible sobrevivir como náufrago con los suficientes conocimientos sobre, pesca, navegación y comportamiento en un naufragio.
Bombard nació en París, estudió medicina y ejerció en un pueblo costero. Había sido testigo del naufragio del Notre-Dame-de-Peyragues donde fallecieron 43 marineros.
Este hecho le llevó a obsesionarse con la idea de estudiar la manera para reducir el número de víctimas en un naufragio. Al año mueren más 200.000 personas por este motivo y un cuarto de ellas lo hacen en botes salvavidas por falta de bebida y comida.
Alain comenzó a investigar técnicas de supervivencia, naufragios, pesca, sistemas de navegación, plancton, biología marina en general y todo lo que pudiera ser útil en caso de quedar a la deriva en medio del mar.
Una vez dispuso de toda la información teórica y llegando a sus propias conclusiones decidió ponerlas en práctica.
La primera etapa del experimento fue en Mónaco, donde estudió en el Instituto Oceanográfico. La travesía a la deriva hasta Baleares llevó 18 días, del 25 de mayo al 11 de junio de 1952.
Acompañado por Jack Palmer puso en práctica y perfeccionó algunas técnicas e ideas que tenía en mente.
La segunda etapa de su experimento la realizó en solitario. Consistía en viajar de Tánger a Casablanca y de ahí a Las Palmas de Gran Canaria, lo que le llevó a cabo en 24 días, del 11 de agosto al 3 de septiembre.
Las dos primeras etapas no carecían de peligro y complejidad, pero la tercera fase de su viaje, iba a llevar al límite sus teorías y todo lo aprendido en mis dos etapas anteriores.
Alain Bombard no pasó desapercibido ni para el público ni para la prensa, su intento de cruzar el Atlántico como un náufrago voluntario fue todo un fenómeno.
Apenas llevaba comida o agua, y ésta fue sellada ante notario para demostrar que no sería abierta durante el trayecto. No disponía de ropa impermeable, tan solo un sextante con el que posicionarse en el mapa, un reloj, remos, una vela, otra de repuesto y todo lo aprendido.
La intención era recrear, de la manera más fidedigna, la situación de un náufrago real. Con apenas recursos disponibles a su alcance, debía demostrar que era posible sobrevivir.
Al poco de partir desde las Canarias perdió una vela y tuvo que reparar la de repuesto por desperfectos. Con ayuda de un remo y un cuchillo se fabricó un arpón, con las espinas de los primeros peces hizo anzuelos para poder pescar con diferentes técnicas.
De sus capturas obtenía el agua necesaria. Usaba los peces más pequeños para trocearlos y exprimirlos en una camisa con lo que producía una mezcla de jugos y grasa, de sabor deleznable, con la que se hidrataba.
Con sus calcetines fue capaz de fabricar una red para recoger plancton del mar que le dotaba de aporte calórico y le ayudó a evitar el escorbuto, ya que es rico en vitamina C.
Posteriormente Bombard confesaría que hasta el día 23 de su viaje no dispuso de agua dulce de lluvia. Subsitió a base del líquido obtenido de los peces y solo en caso de extrema necesidad optó por tomar pequeñas dosis de agua de mar. Nunca más de un litro diario o más de 5 días seguidos, pare evitar daños en los riñones, explicó. Se la dosificaba a base de cucharadas que sorbía a lo largo del día y dejando que la sal se disolviera en la boca.
Tras 53 días de viaje fue descubierto por el Arkaka.
En un principio, se negó a aceptar su ayuda creyendo encontrarse mucho más cerca de la costa. Tras recuperar fuerzas se volvió a subir al L’Heretique para acabar su viaje. MERCI ET AU REVOIR.
12 días más tarde de su encuentro con el Arkaka, Alain Bombard llegó a Barbados, el 23 de diciembre, había perdido 25 kilos, sufría una fuerte anemia y por el camino se le cayeron las uñas los pies.
Después de 65 días de travesía a la deriva, sus provisiones seguían intactas, aún guardaban el precinto que demostraba que había cruzado el atlántico sin utilizarlas. Lo había conseguido.
Alain Bombard escribió un libro relatando su hazaña llamado «Náufrago voluntario». Fue condecorado como héroe nacional en Francia y ejerció de eurodiputado durante 15 años.
Su experiencia sirvió para modernizar los libros sobre supervivencia en alta mar, gracias a él se salvaron miles de vidas.
Zodiac, la marca de la embarcación empleada por Alain Bombard, creó una línea de producto con su nombre e incluso desarrolló una marca de botes salvavidas en su honor.
Murió el 19 de julio de 2005.
No todos los héroes llevan capa, en este caso llevaba vela.
Autor | Eric Page
Imágenes |W. Commons
Fuentes | nauticaydeportes, eulixe, vadebarcos, ABC
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