Los inicios de la política liberal en Estados Unidos.

En el año 1787 las élites políticas de la incipiente confederación de las trece colonias firmaban y aprobaban la primera Constitución liberal de la historia. De esta forma nacía el germen político de lo que ahora conocemos como Estados Unidos, y en cierto modo se daba carta de naturaleza al pensamiento liberal y su modelo de Estado.

El objetivo de este artículo no es tanto analizar la constitución como documento, ni tampoco hacer una reseña cronológica del proceso de independencia de Estados Unidos, sino más bien hacer un pequeño análisis sobre los modelos de liberalismo político que se derivaron de la constitución del país norteamericano.

We the people
Artículo primero de la Constitución de Estados Unidos.
Crédito: http://www.archives.gov/

A la hora de oponerse al dominio que Inglaterra ejercía sobre las colonias, los posteriormente conocidos como «Padres de la Patria» estadounidenses, junto a los políticos locales y a la intelectualidad norteamericana, asumieron como suyo el modelo de gobierno liberal frente al despotismo metropolitano. La elección de los principios liberales no vino por casualidad y respondió al perfil económico-social de los políticos estadounidenses, es decir, respondió a la búsqueda de soluciones políticas para sus reivindicaciones económicas.

Cuando el 4 de julio de 1776 se proclamó la independencia de las trece colonias del dominio inglés, la declaración de la misma estaba absolutamente impregnada del ideario liberal imperante entre los intelectuales ilustrados europeos de la época, y también muy influida por la obra Common Sense de Thomas Paine. Esta obra era un compendio de críticas contra las monarquías hereditarias y una alegoría al gobierno igualitario, republicano y democrático. Por su parte el ideario liberal al que nos referimos es el que se fundamenta en la división de poderes defendida por Montesquieu y el contrato de gobierno de Locke. Debemos tener en cuenta que el hecho de que todas estos principios se vieran recogidos en un documento oficial como es una Declaración de Independencia fue una absoluta novedad en su época, y que no sería hasta la Revolución Francesa, es decir, 13 años después, cuando volverían a verse.

Más allá de lo puramente teórico, el sustrato ideológico que llevó a los defensores del liberalismo estadounidense a rebelarse contra la corona inglesa y a promulgar una independencia fue el siguiente: «el pueblo de América tiene derecho a destruir a los gobiernos tiránicos» Esta transición liberal teórica que lleva la soberanía del monarca al pueblo, a la ciudadanía, tuvo en la práctica revolucionaria estadounidense su validación política definitiva.

No obstante, como ya señalamos al comienzo del artículo no será hasta 1787 que Estados Unidos se dote de una Constitución que garantice los derechos y deberes de los ciudadanos del nuevo país. Esta Constitución se presentaba como el documento definitivo para la conformación de Estados Unidos, una vez se había visto la ineficacia formal del modelo confederativo que se adoptó inicialmente. El documento se redactaba, citando a James Madison, por «la necesidad de un gobierno representativo que mantuviera la paz en una sociedad  de facciones» Desde la óptica política liberal de Madison la sociedad estaba divida en facciones que pujaban por asegurarse sus intereses; es por ello que sostenía que si las decisiones se tomaban a través del voto de la mayoría, sería mucho más fácil controlar a las minorías. En este principio que puede sonarnos tan sencillo se esconde el fundamento profundo de lo que a día de hoy entendemos como representatividad política y que para finales del siglo XVIII suponía una novedad extraordinaria.

Jefferson
Thomas Jefferson
Crédito: Wikimedia Commons

Así pues la República sería una construcción fruto de un pacto entre las élites políticas de las 13 Colonias, en la que confluirían distintas sensibilidades liberales. En este sentido podríamos señalar al menos dos grandes facciones dominantes: los liberales que posteriormente formaron el partido demócrata republicano y los federalistas. Los demócratas republicanos organizados en torno a dos grandes figuras como fueron Jefferson y Madison sostenían una idea liberal más participativa y localista: abogaban por la construcción de una república de pequeños propietarios en la que los Estados ejercieran un fuerte control sobre el gobierno central y entendían que el derecho a voto debía ser lo más amplio posible. En cierto modo éstos principios se acercaban más a un modelo teóricamente más democrático y se estructuraban en torno a una fundamentación de un liberalismo mas modesto y alejado de las grandes fortunas. Por otra parte los federalistas tenían como grandes figuras a Washington y a Hamilton y su ideal liberal era elitista y restrictivo: entendían que la representación política debía recaer sobre las grandes fortunas y propietarios, que el sufragio debía restringirse por renta y creían en un gobierno central muy fuerte con gran capacidad, sobre todo recaudatoria.

Estas dos concepciones del liberalismo podrán encontrarse a lo largo de los años en todos los países que fueron adoptando gobiernos liberales y abandonando el Antiguo Régimen y puede decirse que fueron la base de lo que posteriormente acabaría siendo definido como liberalismo progresista y liberalismo conservador.

El pacto anteriormente citado acabó resultando en una nación, la estadounidense, cuya característica fundamental será el tener un gobierno federal los suficientemente fuerte como para garantizar la defensa interior y exterior, pero lo suficientemente débil como para no interferir en los individuos y os gobiernos locales. La expresión absoluta de esta tensión resuelta serán las diez enmiendas que en 1791 se hicieron a la Constitución y que con el nombre de Bill of Rights limitaba el poder federal que la propia Constitución establecía: limitaba el poder del Estado frente al individuo.

Las primeras enmiendas o Bill of Rights aseguraba derechos individuales fundamentales como la libertad de religión, expresión, prensa o reunión; establecía el derecho constitucional de portar armas y regulaba los derechos individuales en los juicios, asegurando un conocido derecho, gracias a la tradición cinematográfica: el de no poder obligar al acusado a testificar en su contra.

A modo de pequeña conclusión, podemos establecer que Estados Unidos fue un país pionero a la hora de ampliar los derechos de los ciudadanos, siendo además el primer país que reconoció el propio estatus de ciudadanos a sus habitantes. Para finales del siglo XIX era el país con mayor representatividad política del globo, con casi un tercio de la población. Pero a pesar de los avances que supuso la implantación de la República no podemos dejar de señalar que ésta se estableció en torno a un pacto ideado por, y para, ciudadanos hombres, blancos y ricos. Fruto de ese pacto tanto las mujeres, como los negros quedaron fuera de los marcos de representatividad ciudadana, y situaciones tan dramáticas como la exclusión y la esclavitud quedaron completamente fuera de la negociación: esclavos, criados contratados, mujeres, y los que no eran propietarios de tierras continuaron siendo legalmente excluidos: la libertad y los derechos solo fueron una conquista de una minoría.

Fuentes| Bosch, Aurora, «Historia de Estados Unidos: 1776-1945″,Barcelona, Crítica:2010. Zinn, Howard, «La otra historia de Estados Unidos», Hondarrubia, Las otras Voces.

 

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