No todas las personas lo saben, pero incluso algunos de los más grandes líderes de la historia política han tenido problemas alimenticios. Tal es el caso de la reina Victoria de Inglaterra y emperatriz de la India, que fue monarca británica desde la muerte de su tío paterno en junio de 1837 hasta su fallecimiento, el 22 de enero de 1901.
La obsesión de la reina Victoria por la comida
Se dice que el médico de la casa real, el doctor James Read, tenía que a tender a la paciente más importante y problemática. Ella tenía una verdadera adicción, no era capaz de parar de comer. Esto repercutió enormemente en su metabolismo, pues se despertaba con dolores de estómago e hinchazones que le impedían ejercer sus labores con normalidad.
Una noche, tras una pesada cena donde disfrutó de un copioso pudín, su médico le pidió hacer régimen estricto a base de leche y trigo para calmar sus malestares. Pero una vez en soledad, pidió a sus sirvientes carne asada que remató comiendo helado de postre.
Esta situación era algo que se repetía a diario.
Lo cierto es que la “gula” era algo que le venía de familia. Sus tíos, los reyes Jorge IV y Guillermo IV habían sufrido problemas de obesidad.
A los 11 años su tío Leopoldo de Sajonia-Coburgo, rey de Bélgica, le indicó que «comía demasiado… y muy rápido». Una condición que según algunos expertos en nutrición, puede generar flatulencias, dolores estomacales e incluso otras consecuencias más graves, como el colesterol alto o la enfermedad de la vesícula biliar.
A pesar de estos riesgos, nadie podía controlar el apetito de la reina Victoria.
Familiares y asesores le pedían por activa y por pasiva que únicamente comiese cuando tuviera hambre… pero el problema es que ella siempre tenía apetito.
Su reinado se caracterizó por sus innumerables y fastuosos banquetes.
En el Palacio de Buckingham solían servirse entre 4 y 6 platos, casi siempre con altas calorías. Además, siempre se servía postre, mayoritariamente de chocolate.
¿Lo curioso? Que todos ella era capaz de devorar todos esos platos en tan solo media hora, cuando tenía hambre.
En el caso de la reina Victoria, sus hábitos alimenticios repercutieron en su forma física. Era una mujer baja, 1,52 metros de altura, con una cintura de 115 centímetros.
Si bien sus atracones jamás pasaron a mayores, su estilo de vida no ayudó a su deterioro de salud antes de su fallecimiento.
Autor | Redacción
Imágenes | W. Commons, Pixabay
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