Al pensar en pirámides, lo primero que se nos viene a la cabeza es: Egipto y sus monumentos. Maravillas del Mundo Antiguo que han llegado hasta nuestros días y nos sobrevivirán. Durante sus primeras dinastías, unas 118 pirámides se erigieron como gigantes dunas del Sáhara petrificadas para proteger las tumbas de faraones y nobles, convirtiéndose en sus hogares para la eternidad. Pero a las sombras del Imperio Egipcio, navegando a contracorriente del Nilo, un reino esperaba su momento para emerger. Un halo de misterio lo sigue rodeando, con su (aún) indescifrable escritura, y pirámides que duplican en número con creces a las egipcias: el Reino de Kush y sus 255 pirámides olvidadas de Nubia.
Entre la leyenda y la historia.
El Imperio Egipcio se mantuvo en pie con mayor o menor gloria durante casi 3.000 años, desde la costa mediterránea hasta la Primera Catarata, en la actual Asuán. Sus fronteras oscilaron más o menos, extendiéndose periódicamente más hacia el Sur y hacia el Noreste, ganando y perdiendo batallas contra los pueblos vecinos a lo largo de los siglos.
Hacia el Sur, después de la Primera y hasta más allá de la Sexta Catarata, se extendía un reino (del que en la Antigüedad se desconocían sus límites precisos) que se apoderó momentáneamente de territorio faraónico, y que a la vez rendían vasallaje y comerciaban con éste.
Se le conocía como Reino de Kush y era la principal fuente de oro de Egipto.
Los propios romanos miraban con interés estas tierras tras convertir a Egipto en una de sus provincias. Con el pretexto de buscar la fuente del Nilo en las región de Nubb (de donde procede el nombre de la etnia nubia que habita hasta el día de hoy en Egipto y Sudán), el emperador Nerón organizó una expedición que pretendía hacerse con el control de estas tierras y dominarlas. Pero serían repelidos, incluso los nubios obtuvieron un tratado favorable: mantener la soberanía sobre sus propios dominios, sus riquezas, e incluso aumentándolas al convertirse en intermediarios imprescindibles del comercio entre el Imperio Romano y el comercio del Océano ´Indico.
Renacimiento nubio.
La historia kushita o nubia se podría dividir en tres grandes períodos que reciben el nombre de las ciudades que fuesen sus capitales: periodos o reinos de Kerma (2500 – 1500 AC), Napata (1000 – 300 AC) y Meroe (300 AC – 300 DC).
La conexión e influencia con el vecino del norte es innegable. El arte y la arquitectura nubia se empapan e inspiran en el arte egipcio, aunque con rasgos propios, influenciados por los pueblos del Sáhara y tribus de la sabana africana.
Será a partir del Reino de Meroe o Período Meroítico cuando esta cultura intenta buscar una identidad propia, renunciando incluso a la escritura jeroglífica para crear la escritura meroítica, inspirada en las escrituras hierática y demótica, las escrituras manuscritas egipcias.
Y aquí surge el gran problema, y es que al no haberse encontrado hasta la fecha ninguna inscripción en lenguas coetanias, como la famosa Piedra de Rosetta que permitió descifrar la escritura jeroglífica y demótica, todos los textos meroíticos, a excepción de algunos sonidos y nombres sigue siendo un gran misterio.
Las hermanas pequeñas, las pirámides olvidadas de Nubia
De esta misma época de renacimiento de la cultura nubia son sus pirámides.
Se inspiran en sus hermanas mayores de Egipto, pero de dimensiones mucho más comedidas. Para que nos hagamos una idea, si la mayor pirámide egipcia, la Pirámide de Koeps, tenía originalmente una altura de casi 147 metros, una inclinación de unos 52º, y unos lados de 230 metros de longitud. Las pirámides nubias tienen una altura que oscila entre los 6 y los 30 metros de altura, con unos lados mucho más cortos que su altura provocando que las caras de las pirámides tengan inclinación de hasta unos vertiginosos 75º.
Estos monumentos se distribuyen por el actual Sudán repartidas en numerosas necrópolis, algunas de hasta más de 40 pirámides, como las de el-Kurru, Gebel Barkal, Nuri, Meroe o Sedeinga.
Algunas de las tumbas se han conservado perfectamente, de otras apenas nos han llegado sus cimientos, y muchas fueron testigo de su saqueo.
El interés por las pirámides nubias nació de la mano del explorador italiano Giuseppe Ferlini, pero a un alto coste. Pues fue él quien redujo a escombros la pirámide de la “kandake” o reina Amanishakheto, que gobernó del año 10 AC al 1 DC, llevándose su dorado tesoro a Europa. Hoy sus joyas pueden encontrarse en el Museo Egipcio de Munich y en el de Berlín, así como en varios otros museos del mundo.
Hoy en día las pirámides olvidadas de Nubia, quedan atrás como refugio de un pasado de más de 2000 años, custodiando el desierto, disfrutando aún de la tranquilidad de no estar apenas explotadas por el turismo, a la espera de una nueva Piedra de Rosetta que ayude a descifrar y desvelar sus secretos.
Autor | Facundo L (@facundo_longo)
Fuentes | NationalGeographic, Kindom of Kush, Nubian Pyramids, History of Royal Woman, Amusing Planet
Imágenes | W. Commons
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