El tenis es una de las disciplinas deportivas más practicadas en el mundo. Debido a sus complejas reglas, al equipamiento técnico y a los recursos tecnológicos que verifican la transparencia del juego, la fiebre del tenis pudiera parecer bastante moderna.
Sin embargo, su reglamento data de 1874, cuando se registró la primera publicación a cargo del galés Walter Clopton Wingfield.
Sin embargo, existen suficientes evidencias históricas para constatar que los orígenes de este deporte se remontaría a la Francia de los siglos XII y XIII.
Aunque surgió en la Edad Media, no será hasta el Renacimiento francés que esta disciplina deportiva adquirió gran fama, especialmente entre los miembros de la realeza y los extranjeros.
La fiebre del tenis en la Francia medieval
Durante el Medioevo, en Francia emergió una disciplina deportiva llamada jeu de paume (juego de palma), el cual se jugaba lanzando el balón con las manos en terrenos al aire libre. Los campos se separaban por líneas y en cada bando se ubicaban jugadores individuales o equipos con más de dos participantes.
En un inicio, las pelotas que se usaban en esta versión del tenis eran únicamente bolsas con cabellos de animales. Posteriormente, en el siglo XIV las pelotas de tenis se fabricaron con cabellos, masilla y lana. Cabe resaltar que, en la actualidad, su material básico es la goma.
En los años previos al Renacimiento, el tenis ya había ganado popularidad entre reyes y aristócratas entre los que se cuenta el monarca Luis X. La obsesión por disputar numerosos partidos a diario provocó el fallecimiento de varios participantes.
El aclamado tenis ‘renacentista’
Entre los siglos XV y XVI se admitió el uso de raquetas hechas con pergamino, cuerdas de cáñamo o tripas. También se formalizaron las reglas para evitar malentendidos durante y después de las contiendas.
Además, se modificaron los campos deportivos, instalándose cuerdas (lo que hoy son las mallas o redes) que los jugadores debían sortear en cada golpe de pelota.
Para justificar la pasión por el jeu de paume, muchos médicos franceses exponían que practicarlo mejoraba la salud de las personas.
Se incluyeron las apuestas para darle más emoción a los enfrentamientos. Lo que generó críticas hacia la ‘moralidad’ del juego y sus fanáticos.
Asimismo, se volvió habitual que, después de los partidos, los organizadores y dueños de los locales deportivos invitaran a cenar a los espectadores.
Para entonces, en Inglaterra y otras naciones europeas ya se habían instalado campos de juego que emulaban los creados en Francia. Aquellos extranjeros que asistían a los partidos en el país galo solían quedar maravillados con el estilo y la técnica de los participantes.
Autor | Redacción
Imágenes | W. Commons, Pixabay
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