David Livingstone, un corazón africano.

Árbol del Doctor Livingstone

En el norte de Zambia, a unos cien kilómetros de la frontera con la República Democrática del Congo, en un lateral de una desértica carretera se encuentra un memorial con forma de obelisco negro. Marca el punto donde un corazón sin cuerpo fue enterrado: el del conocido Doctor Livingstone.

Visitar dicho memorial no es tarea fácil. Partiendo de Mansa, la capital de la provincia, tendríamos que recorrer la “gran carretera del norte” en dirección al parque nacional de Kasanka. Allí debemos tomar un desvío sin marcar a la izquierda que, tras 35 kilómetros entre baches por un sendero polvoriento, nos conduce hasta un recóndito paraje. El cual marca el lugar exacto donde se erguía antaño un árbol (Mpundu tree) a cuyos pies fue sepultado el corazón de un escocés, su amor por África fue tan fuerte que renunció a volver a su casa para acabar sus días en tierras africanas.

El monumento de Zambia, no es el único que existe en el mundo. A 11.000 kilómetros, en el hemisferio norte, podemos contemplar viendo pasar el tiempo impasible una escultura del Doctor Livingstone a los pies de la Catedral de Glasgow.

Doctor David Livingstone
Créditos: W. Commons

David nació un 19 de marzo de 1813 en Blantyre, Escocia (donde hoy en día se encuentra el centro David Livingstone)

Con solo 17 años se trasladó a Glasgow para cursar estudios de Griego, teología y medicina en la universidad. Seguramente al pasear, por aquel entonces, por delante de la catedral no imaginaba que acabaría siendo considerado uno de los hijos predilectos de la ciudad.

David no soñaba con África, ansiaba viajar a China. Renegó de sus creencias protestantes y se adscribió a la iglesia católica para poder ser aceptado por la London Missionary Society en 1838. Ansiaba ir al continente asiático a predicar su fe, truncándose la idea al estallar la “primera guerra del opio”.

Frustrado su sueño, un encuentro casual con el misionero escocés Robert Moffat cambió el curso de la historia y el comienzo de una leyenda. Moffat, destinado en Sudáfrica, le convenció para que se uniera a su causa evangelizadora en marzo de 1841.

Cataratas Victoria
Créditos: W. Commons

El amor de Livingstone por África se forjó durante 30 años, repartidos en tres viajes

En el primero, de 1841 a 1856, diversos hechos marcaron su vida personal: no conseguir convertir al cristianismo a prácticamente nadie según sus propias palabras; fue atacado por un león que le dejó con un brazo roto; se casó con la enfermera que le había cuidado, Mary, la hija de Moffat; la pérdida de la hija fruto de su matrimonio.

Durante los 15 años que duró esta primera expedición fue el primer europeo que vislumbró el lago Ngami. Adentrándose más que ningún otro occidental en el continente africano, atravesó el Kalahari y “descubrió” las cataratas Victoria. Se enfrentó a los portugueses por la trata de esclavos.

Volvió a Londres y ganó fama para organizar una segunda expedición bajo el mandato del Imperio Británico en 1858. El viaje fue un verdadero fracaso, marcada por la muerte a causa de malaria de su mujer, apenas pudo probar la imposibilidad de navegar por el río Zambeze.

El tercer y último viaje comenzó en 1866 con la misión de descubrir el nacimiento del Nilo, de nuevo sin éxito.
Tras desaparecer cuatro años, un periodista del New York Herald fue enviado en su busca, Henry Stanley, el cual en 1871 estando en el lago Tanganica vislumbró a un hombre blanco con barba gris, se acercó a él y pronunció la frase que quedará para la historia: “el Doctor Livingstone, supongo”.

Livingstone se negó a volver a Inglaterra con Stanley y, dos años después, una suma de depresión, hemorroides y disentería apagó su vida.

Estatua del Doctor Livingstone en Glasgow
Créditos: Fran Galindo

Pero la muerte no fue el final de su viaje

Sus asistentes quisieron devolver su cuerpo a Inglaterra, removieron el corazón y las vísceras, untaron el cadáver en sal y lo dejaron secar al sol durante 14 días. Después fue trasladado 1.500 kilómetros hasta la costa, donde un barco lo transportaría a Londres para ser sepultado en la abadía de Westminster, allí sigue hoy en día.

Con respecto a su corazón, se le perdió la pista, ya que el árbol junto al que fue enterrado murió y fue cortado en 1900. Podéis visitar un trozo que está expuesto en el museo Hunterian de la Universidad de Glasgow, donde comenzó tiempo atrás su aventura el Dr. Livingstone.

Autor | Fran Galindo

Fuentes | Glasgow, una historia sorprendente

Imágenes | W. Commons, Fran Galindo (@scotland_in_my_pocket)


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